12 de Junio. Fusilamiento del General Valle.

Publicado: 12 jun 2018
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Luego del golpe cívico-militar de setiembre de 1955 los dictadores Aramburu y Rojas buscaron desmontar los mecanismos políticos y económicos que hicieron posible el funcionamiento del proyecto nacional y popular.

Las recetas fueron siempre las mismas: libertad de precios, ajuste salarial, libre importación, libre giro de divisas al exterior y devaluación del peso. Medidas que fueron tomadas en perjuicio de los sectores populares y la industria nacional que habían sido beneficiados por el Peronismo por más diez años. Como contrapartida se consolidó la dependencia externa y la hegemonía de la oligarquía ligada al modelo Agroexportador. Es decir, un país para pocos.

Con la instauración de políticas recesivas y represivas para el pueblo se unieron acciones de persecución, hostigamiento, encarcelamiento a militantes. Se prohíbe los símbolos y retratos peronistas, se intervendrá los sindicatos y se proscribe electoralmente al peronismo. Como símbolo de aquel odio secuestran los restos de Evita.

Dirá un militar de la época (Rial) «sepan ustedes que la Revolución Libertadora se hizo para que en este país el hijo del barrendero muera barrendero».

Comienza así la Resistencia Peronista.

Es en este marco se produjo la sublevación el 9 de junio de 1956 encabezada por los Generales Tanco y Valle que se manifestó con focos aislados en Buenos Aires, La Plata y La Pampa.

El levantamiento fue reprimido brutal e ilegalmente al aplicarse inconstitucionalmente la Ley Marcial cuando ya los rebeldes habían sido detenidos. Valle dirá: «Conservo toda mi serenidad ante la muerte. Nuestro fracaso material es un gran triunfo moral. Nuestro levantamiento es una expresión más de indignación incontenible de la inmensa mayoría del pueblo». Días después fueron fusilados Juan José Valle y una veintena de militares que acompañaron el levantamiento. En José León Suárez un grupo de civiles son asesinados por la espalda.

Juan José Valle fue fusilado el 12 de junio de 1956 en la Penitenciaría Nacional de la Ciudad de Buenos Aires, actual Parque Las Heras (en las calles Coronel Díaz y Las Heras) donde se encuentra una placa colocada en su memoria y la de los demás fusilados. Antes de morir entregó varias cartas a su hija Susana, entre ellas una dirigida a Aramburu en la que dice:

«Dentro de pocas horas usted tendrá la satisfacción de haberme asesinado…. Con fusilarme a mí bastaba. Pero no, han querido ustedes, escarmentar al pueblo, cobrarse la impopularidad confesada por el mismo Rojas, vengarse de los sabotajes, cubrir el fracaso de las investigaciones, desvirtuadas al día siguiente en solicitadas de los diarios y desahogar una vez más su odio al pueblo. De aquí esta inconcebible y monstruosa ola de asesinatos. Entre mi suerte y la de ustedes me quedo con la mía. Mi esposa y mi hija, a través de sus lágrimas verán en mí un idealista sacrificado por la causa del pueblo. Las mujeres de ustedes, hasta ellas, verán asomárseles por los ojos sus almas de asesinos. Y si les sonríen y los besan será para disimular el terror que les causan. Aunque vivan cien años sus víctimas les seguirán a cualquier rincón del mundo donde pretendan esconderse. Vivirán ustedes, sus mujeres y sus hijos, bajo el terror constante de ser asesinados. Porque ningún derecho, ni natural ni divino, justificará jamás tantas ejecuciones…. Viva la patria.»

General Juan José Valle

El saldo de los fusilamientos de junio de 1956 fue de 18 militares y 13 civiles asesinados