Obesidad: bajar de peso no depende de la voluntad

Publicado: 22 ene 2014
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La obesidad es un tema de Salud Pública y por dicha razón su prevención y tratamiento debiera ser una tema de política pública.

El sobrepeso y la obesidad se definen como una acumulación anormal o excesiva de grasa en el organismo que puede ser perjudicial para la salud.  El índice de masa corporal (IMC) es un indicador simple de la relación entre el peso y la talla (altura) que se utiliza para identificar el sobrepeso y la obesidad en los adultos. Se calcula dividiendo el peso de una persona en kilos por el cuadrado de su talla en metros (kg/m2).

Reconocida y detectada la obesidad corresponde realizar un tratamiento para revertirla aunque no es una tarea fácil.

Un experimento con ratones mostró que la obesidad es reversible sólo si es atendida en una etapa temprana. Pero, si lleva mucho tiempo de instalada en la persona, los mecanismos del cerebro conducen a los individuos a mantener el exceso de peso como si fuera el estado normal.

Marcelo Rubinstein, profesor de Exactas UBA e investigador del CONICET, explica que «El deseo de bajar de peso, muchas veces, termina en fracaso. En efecto, las dietas y tratamientos farmacológicos suelen ser exitosos al principio,pero llega un momento en que la balanza parecería atascarse, y los kilos se vuelven acumular. ¿A qué se debe este fenómeno tan desalentador?»

“Lo que demuestran nuestros experimentos es que la obesidad es reversible sólo cuando se trabaja muy temprano sobre ella” Esta fueron las conclusiones de un trabajo publicado en el Journal of Clinical Investigation.  “Así como existen mecanismos autónomos que impiden dejar de respirar, hay un centro en el cerebro, en el hipotálamo, que toma control sobre la conducta y nos hace comer”, explica el investigador . Hace unos veinte años que  Rubinstein y su equipo vienen estudiando los genes que controlan el circuito de la saciedad alimentaria. La falla en esos genes hace que los individuos coman en exceso, sin poder detenerse, y terminen en obesidad mórbida. Es más, cuando deciden iniciar una dieta, se enfrentan, a largo plazo, con la frustración.

El experimento cinetífico

Para confirmar que bajar de peso no depende de la voluntad, sino de mecanismos autónomos, los investigadores generaron en el laboratorio, por ingeniería genética, un ratón con obesidad extrema, cuyos kilos de más fueron ganados gracias al exceso de ingesta, y no intervinieron factores metabólicos o de otro tipo.
Los ratones “fabricados” tienen una modificación genética que inhibe el circuito de la saciedad. Es decir, los animales nunca se sentían satisfechos con lo que ingerían. Además, la comida que se les ofrecía tenía un valor hedónico mínimo, es decir, era un alimento que se consume sólo por razones de hambre, y no por el placer de saborearlo. En otras palabras, comida nutritiva pero aburrida. “Cuando la dieta tiene valor hedónico, se activa otro circuito, el del placer que refuerza la conducta que lleva a obtener eso que nos gustó”, explica el investigador.

La sustancia que estaba inhibida en los ratones mutantes es una proteína (melanocortina) que en el cerebro actúa como un neurotransmisor y activa el circuito de la saciedad. Los animales que no pueden liberar esa sustancia, comen más, todos los días.  Sin ser voraces, cada día ingieren un 50% más, y en poco tiempo alcanzan una obesidad extrema. En tres meses, pesan el doble, y en un año pueden llegar a pesar más del triple que un ratón normal.

Para determinar si la obesidad es reversible, los investigadores diseñaron un interruptor genético que permite revertir la mutación en los ratones. Inyectaron una droga que activa un gen clave en el mecanismo de la saciedad. Ahora, ante la misma cantidad de comida servida, el ratón come menos y empieza a perder peso. “Trabajamos con tres grupos de animales a los que les revertimos la mutación a edades diferentes, que corresponden al período infantil, adulto-juvenil y adulto maduro. Al recuperar la saciedad, observamos que la obesidad era más severa y difícil de corregir cuanto mayor era el animal y más antigua su obesidad”, relata el investigador.

“Los resultados fueron categóricos: la obesidad es reversible sólo cuando se ataca en forma muy temprana. A medida que aumenta el porcentaje de grasa corporal, se disparan mecanismos cerebrales que recalibran el control de la ingesta para defender un peso mayor al normal”. Si la obesidad lleva poco tiempo en el individuo, al recuperar el circuito de saciedad, la memoria del hipotálamo conduce a su peso habitual, que era el anterior a la gordura. Pero, “cuando el sobrepeso se mantiene durante mucho tiempo, a pesar de que se recupere la señal de saciedad, el hipotálamo calcula la ingesta de una cantidad de comida superior a la que hubiera comido si fuera normal, aunque inferior a la que comía cuando era obeso”.

“Los datos de estos experimentos tienen importancia desde el punto de vista de la salud pública y la educación”, remarca Rubinstein, y agrega: “Si se trabaja en forma temprana, en pibes de escuela primaria y secundaria, las chances son muy altas de poder recuperar un peso normal. A medida que pasa el tiempo, las posibilidades se reducen drásticamente”.
En resumen, si uno quiere tener un cuerpo que no es el que el hipotálamo le está pidiendo, tendría que comportarse toda la vida casi como un atleta que se entrenara más de doce horas diarias. Si hay que pelear todos los días con el hambre, no hay voluntad que resista.

“Estos hallazgos destacan la necesidad de una intervención temprana en el tratamiento de la obesidad y tienen importantes implicancias clínicas para el manejo de la obesidad infantil. Es más, estos estudios extienden nuestra comprensión sobre la progresión de la obesidad”, remarcan los investigadores.

Más datos de la enfermedad

El sobrepeso y la obesidad son producto de una alteración en el balance de energía entre las calorías consumidas y gastadas.

En la actualidad, a nivel mundial se dan en paralelo dos situaciones que generan el aumento de problemas y desbalances en tal sentido:
• un aumento en la ingesta de alimentos hipercalóricos que son ricos en grasa, sal y azúcares simples pero pobres en fibra, vitaminas, minerales y otros micronutrientes;
• un descenso en la actividad física como resultado de la naturaleza cada vez más sedentaria de muchas formas de trabajo, de los nuevos modos de desplazamiento y de una creciente urbanización.

¿Cómo afectan la salud el sobrepeso y la obesidad?

Un IMC elevado es un importante factor de riesgo de enfermedades no transmisibles, como:
• las enfermedades cardiovasculares (principalmente cardiopatías y accidentes cerebrovasculares);
• la diabetes;
• los trastornos del aparato locomotor (en especial la osteoartritis, una enfermedad degenerativa de las articulaciones, muy discapacitante);
• algunos cánceres (del endometrio, de mama y de colon).

Para enfrentar este flagelo que en argentina afecta al 30% de la población adulta mayo de 40 años es fundamental que exista una comunidad comprometida y entornos favorables para apoyar a las personas en el proceso de realizar elecciones más saludable en materia de alimentos y promover la actividad física periódica.

En el plano individual, se debe intentar adoptar hábitos saludables todos los días como:
• limitar la ingesta energética procedente de la cantidad de grasa total;
• aumentar el consumo de frutas y verduras, así como de legumbres, cereales integrales y frutos secos;
• limitar la ingesta de azúcares;
• realizar una actividad física periódica.

Podemos  controlar la mayoría de estos factores de riesgo cambiando el estilo de vida. Si tiene obesidad, su médico le puede ayudar a comenzar un programa de pérdida de peso lo cual reducirá el riesgo de desarrollar enfermedades relacionadas con la obesidad.

Fuente: www.conicet.gov.ar