Fallecimiento de Perón.

Publicado: 01 jul 2018
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El lunes 1º de julio, a las 14.10 horas, María Estela Martínez de Perón –en ejercicio de la presidencia desde el sábado 29 de junio- anunció a todo el país el fallecimiento del teniente general Juan Domingo Perón (8 de octubre de 1895 – 1 de julio de 1974)

Poco después se conocía el parte médico en que los doctores Pedro Cossio, Jorge Taiana, Domingo Liotta y Pedro Eladio Vázquez certificaban las causas de la muerte de Perón. Decía así: “El señor teniente general Juan Domingo Perón ha padecido una cardiopatía isquémica crónica con insuficiencia cardíaca, episodios de disritmia cardíaca e insuficiencia renal crónica, estabilizadas con el tratamiento médico. En los recientes días sufrió agravación de las anteriores enfermedades como consecuencia de una broncopatía infecciosa. El día 1º de julio, a las 10.25 horas, se produjo un paro cardíaco del que se logró reanimarlo, para luego repetirse el paro sin obtener éxito todos los medios de reanimación de que actualmente la medicina dispone. El teniente general Juan Domingo Perón falleció a las 13.15 horas”.

Poco después de las 14.10 horas el Secretario General de la CGT, Adelino Romero, decretaba –en señal de duelo- un cese general de actividades; medida que fue imitada por Julio Broker, titular de la CGE, quien invitó a los empresarios de todo el país a sumarse al duelo.

Por un conflicto que mantenían los trabajadores gráficos con las empresas periodísticas, ese día no aparecieron los diarios en el país, que sólo pudieron dar la noticia del fallecimiento en la madrugada del 2 de julio.

Inmediatamente después de su muerte, los restos de Perón fueron instalados en la capilla de la quinta presidencial de Olivos, vestido con uniforme militar, donde se lo veló hasta las 8 horas del día 2. A esa hora fueron trasladados a la Catedral Metropolitana, donde arribaron a las 9.40 horas, rezándose una misa de cuerpo presente. Colocado en una cureña, el féretro, flanqueado por granaderos, fue conducido al Palacio Legislativo. Allí permaneció hasta las 9.30 horas del jueves 4.

Se calcula que mientras el cuerpo de Perón estuvo expuesto en el Congreso, unas 46 horas y media, desfilaron ante el féretro casi 135 mil personas; afuera, más de un millón de argentinos quedaron sin dar el último adiós a su líder. Sin embargo, y a pesar del fuerte aguacero –hasta las 9 horas del jueves 4 llovieron sobre Buenos Aires 14 milímetros-, una multitud incalculable se concitó a lo largo de las avenidas Callao y del Libertador para rendir homenaje –al paso del cortejo- al presidente desaparecido.

Dos mil periodistas extranjeros informaron de todos los detalles de las exequias.

Tres primeros mandatarios llegaron a Buenos Aires para sumarse al duelo de los argentinos: Juan María Bordaberry, de Uruguay; Hugo Banzer, de Bolivia, y Alfredo Stroessner, del Paraguay.

Antes de que se iniciara la marcha hacia Olivos, en el Congreso, doce oradores despidieron al General muerto: Benito Llambí, en representación de los ministros; José Antonio Allende, por los senadores; Raúl Lastiri, en nombre de los diputados; Miguel Ángel Bercaitz, por la Corte Suprema de la Nación; el teniente general Leandro E. Anaya, en representación de las Fuerzas Armadas; el gobernador riojano Carlos Menem, en nombre de sus colegas de todas las provincias; Ricardo Balbín, por los partidos políticos; Duillo Brunillo y Silvana Rota, por el Partido Justicialista; Lorenzo Miguel, de las 62 Organizaciones; Adelino Romero, de la CGT, y Julio Broker, por la CGE. En Olivos, el féretro fue conducido a pulso desde la cureña hasta la capilla de Nuestra Señora de la Merced; una salva de 21 cañonazos prologó la misa y el responso pronunciado por el capellán de granaderos Héctor Ponzo.
La repercusión de la muerte del Teniente General Juan Domingo Perón alcanzó un eco sin precedentes en la Argentina y conmovió a grandes personalidades de todo el mundo.

Esa consternación quedó evidenciada no sólo en las condolencias que convergieron sobre Buenos Aires, sino en una especie de súbita parálisis que se verificó en algunas capitales del exterior.

Ese mediodía de julio entraba definitivamente en la historia del siglo XX uno de los personajes que marcaron y diseñaron la política Argentina, de América y del Mundo.