40 Años del Triunfo Sandinista.
Este 19 de julio se conmemoran 40 años del triunfo de la tercera -y hasta la fecha última- revolución armada en la historia de América Latina.
Su escenario fue Nicaragua, pero a diferencia de la Revolución mexicana, que estalló en 1910, y de la Revolución cubana, que triunfó en 1959, no se acostumbra hablar de una Revolución nicaragüense.
Antes bien, en el mayor de los países centroamericanos al período que va de julio de 1979 a febrero de 1990 se le conoce oficialmente como Revolución Popular Sandinista.
Y su huella sigue siendo visible incluso hoy, con varios de sus viejos protagonistas de regreso en el poder y sus banderas rojinegras ondeando de nuevo en los edificios públicos de Nicaragua desde hace más de doce años.
La Revolución sandinista de 1979 tomó su nombre del movimiento guerrillero que lideró la lucha armada en contra del gobierno de la época, el Frente Sandinista de Liberación Nacional (FSLN).
Y el FSLN tomó el suyo de Augusto C. Sandino, el patriota nicaragüense que a inicios del siglo XX recurrió a la guerra de guerrillas para luchar contra la intervención estadounidense en Nicaragua.
Sandino fue asesinado en 1934 por órdenes de Anastasio Somoza García, el primer comandante de la Guardia Nacional dejada atrás por los marines estadounidenses para «mantener el orden» en Nicaragua.
Y 45 años después los guerrilleros sandinistas depusieron por las armas a su hijo menor, Anastasio Somoza Debayle, el tercero de la dinastía familiar que gobernó al país con puño de hierro de 1937 a 1979.
Con el apoyo de EE.UU. -se dice que Franklin D. Roosevelt una vez defendió al primer Somoza con la frase: «Es un hijo de puta, pero es nuestro hijo de puta»- la familia ejerció durante cuatro décadas un control casi total sobre la vida política y económica de Nicaragua.
Y los «hijos de Sandino» -como se llaman a sí mismos en su himno los integrantes del FSLN- fueron el más exitoso de varios movimientos armados en contra de lo que muchos denunciaban como una sangrienta dictadura al servicio de los intereses de Washington.
Después de un largo período de «acumulación de fuerzas en la clandestinidad», los guerrilleros sandinistas eventualmente pasaron a la ofensiva en diciembre de 1974, con el asalto a la casa de un amigo personal de Somoza Debayle que le ofrecía una fiesta al embajador estadounidense.
La acción -que años después inspiraría un guion cinematográfico Gabriel García Márquez, publicado bajo el título «El asalto»- obligó al gobierno a pagar un rescate de US$5 millones, a publicar varios comunicados del FSLN y a liberar de la cárcel a 18 de sus miembros, incluyendo a su futuro líder, Daniel Ortega.
Para 1977 los guerrilleros sandinistas ya se mostraban capaces de atacar posiciones de la Guardia Nacional en varias ciudades, aunque en ese entonces las posibilidades de una victoria militar todavía parecían sumamente lejanas.
En enero de 1978, sin embargo, el asesinato de Pedro Joaquín Chamorro -del director del diario La Prensa, opositor a Somoza, y miembro de una de las familias más prominentes del país- terminó por colocar a la burguesía nicaragüense en contra de la familia gobernante y del lado del FSLN.
Y los constantes abusos de derechos humanos de la Guardia Nacional hicieron que eventualmente hasta el presidente estadounidense Jimmy Carter también le diera la espalda, sellando su destino.
Y el gobierno provisional que fue reconocido por la comunidad internacional al día siguiente (la llamada Junta de Gobierno de Reconstrucción Nacional), con cinco integrantes; el coordinador de la misma, que hacía las veces de presidente, fue Daniel Ortega Saavedra del FSLN al que acompañaban Sergio Ramírez y Moisés Hassan, ambos también sandinistas y el empresario Alfonso Robelo Callejas y Violeta Barrios de Chamorro, viuda de Pedro Joaquín Chamorro, (que sería la sucesora de Ortega al final del proceso revolucionario en 1990) como independientes.
La revolución todavía no era exclusivamente sandinista. Pero pronto lo pasaría a ser.