El Gordo de Navidad en Villa Urquiza
39.258 (el ahogado). Un apostador compró ayer mismo ese billete en la agencia de Avenida Constituyentes 6601, en Villa Urquiza, favorecido con 15 millones de pesos.
El segundo premio fue para el número 95.600 ($ 1.500.000) y el tercero para el 25.494 ($ 750.000). El pozo total de ayer fue de 25 millones de pesos, que se distribuyó entre todos los afortunados.
Los nostálgicos podrán decir que el juego ya no es el mismo que hace unos años, que ya no se conoce a los ganadores y que sus fotos no salen en diarios y revistas. Un poco de eso hay.
El premio debutó hace más de un siglo, en 1893, cuando se sorteó por primera vez la Grande de la Nacional: el número premiado fue el 7.005, que entregó 400 mil pesos de entonces. Año tras año, el juego se volvió más popular y se lo empezó a conocer como el “Gordo de Navidad”. Cada sorteo de fin de año significaba un ganador con nombre, apellido, domicilio y oficio. Hoy, en cambio, cuando la identidad del ganador se reserva, son los dueños de las agencias los que posan para la foto.
Hace medio siglo, al calor del mediodía de diciembre, la voz de los niños cantores salía de las radios y copaba las veredas de los barrios. Las ventanas de las casas abiertas y adentro, toda la ilusión. El Gordo de Navidad se hizo una tradición para las familias y para los oficinistas, con la clásica “vaquita” que hacían para el entero.
Algunos caminaban cuadras y cuadras hasta encontrar su número favorito. Otros, entregados al azar, compraban el primero que veían colgando de la soguita de las vidrieras y confiaban en que la iban a pegar. No había quien dejara de jugarle al primer premio grande de Argentina. “Voy a jugarle al Gordo y el lunes no vengo”, se solía decir en los trabajos. Expresiones de deseo, claro, a días de cortar el pan dulce y descorchar la sidra. El lunes, el nuevo rico dejaría su puesto para embarcarse en una aventura de placer. Pero el lunes, salvo para el excepcional afortunado, todo volvía a empezar.