Día Internacional del Niño Hospitalizado, 13 de mayo.
Hoy es el día de los valientes guerreros y guerreras sin excepción, todos esos niños en todo el mundo que viven su infancia desde una habitación de hospital la crudeza de la enfermedad.
Son esos mismos niños los que soportan las desagradables intervenciones que hacen lloran y derrumbarse a los adultos en menos que canta un gallo, sin rechistar porque su madre les ha dicho, guiñándoles un ojo, que ya son muy mayores.
Los niños que se han jubilado prematuramente de los juegos en el patio del recreo y que a duras penas continúan su aprendizaje, gracias al esfuerzo y maravilloso papel de grandes profesionales docentes de las cuatro paredes blancas.
Son los pequeños que hablan, los que utilizan su chupete como desahogo, los que todavía no han salido de la incubadora y creen que la realidad es mirar tras ese cristal.
Son los inocentes que luchan sin descanso, son aquellos que visten mejor que nadie y estilo el pijama unisex del hospital. Son siempre los que sacan la sonrisa del profesional que los cuida. Son todos ellos, los que han aprendido hablar con el lenguaje universal del amor, los que confían y lloran.
Creo que nadie puede sentirse más vulnerable, indefenso y desanimado como cuando se encuentra enfermo. Ellos sin embargo, han reinventado lo que conocemos por “quimioterapia”,”analítica”,”discapacidad”… cuando los adultos nos hundimos en el “yo ya no puedo más, para que seguir luchando”. Ellos se revisten de su escudo y su espada y cargan, milagrosamente, más fuerte contra el enemigo. Son las superheroínas coquetas, alegres y preciosas con una trenza hoy y su pañuelo mañana.
Son la ternura, el Cielo, los maestros, la esperanza, los consejeros y amigos, la música y el juego, son los hermanos e hijos, los ganadores olímpicos de esquivar vacunas, los sinvergüenzas que manchan el pañal recién cambiado, los que aprecian la compañía de las madres, los ganadores de 100 metros lisos al ver una bata blanca, los que siempre perdonan y jamás guardan rencor, los que no se avergüenzan de pedir abrazos, los que agarran de la mano, los que creen en las promesas, los que juegan con un guante, los que te dibujan, los que acuden al control a preocuparse por cómo transcurre tu día, los que viven ejemplar, intensamente y de verdad la vida sin miedos ni prejuicios.
Ellos son nuestros líderes, ellos son nuestro termómetro, ellos son sin duda, el reflejo de como yo quiero ser de mayor.