85 Años Sin Federico…
El poeta y dramaturgo Federico García Lorca, autor de La casa de Bernarda Alba, Bodas de sangre o Yerma, es el autor español más celebrado del siglo XX a partir de su notable influencia y popularidad.
También es símbolo de todos los desaparecidos en la Guerra Civil española.
El 18 de agosto del 1936, un mes después del golpe de Estado que inició la guerra civil, fue asesinado a manos de las autoridades franquistas por «socialista», «masón» y «homosexual».
Este oscuro episodio de la historia de la humanidad ocurrió cerca de un barranco, en un camino entre los pueblos andaluces Víznar y Alfacara, aunque nunca -hasta hoy- ha podido determinarse el lugar exacto en que sus restos fueron enterrados.
Con la muerte de García Lorca, cayó una pesada cortina de silencio sobre una España que se adentraba en una larga y lúgubre dictadura.
Desde hace 85 años se ha especulado mucho sobre los motivos del asesinato pero la conclusión es que García Lorca no fue una víctima accidental, sino un objetivo muy claro de los sublevados fascistas.
El relato de la sucesión de los hechos que antecedieron a su muerte, revelan claramente las causas. Tras una estancia en Buenos Aires , Lorca regresó a España en 1934, donde la situación política era insostenible y se respiraba un clima prebélico. Mientas el mundo entero lo admiraba como «el Homero español» debió sufrir las arremetidas de los conservadores por su amistad con personalidades abiertamente socialistas y sus numerosas declaraciones contra las injusticias sociales. Así se convirtió en un personaje incómodo para la derecha.
A pesar de la protección ofrecida en México y Colombia, Lorca había preferido volver a su Granada natal ya que la situación en Madrid era cada vez peor.
Decidió refugiarse en casa de los padres de su amigo Luis Rosales. Allí fue detenido el 16 de agosto de 1936 por un tal Ramón Ruiz Alonso, ex diputado de la CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas).
El poeta fue trasladado a la localidad de Víznar y dos días después, en la madrugada del 18 de agosto de 1936, fue fusilado en el barranco de Víznar, a pocos kilómetros de la capital granadina, en la conocida como «carretera de la muerte».
Su cuerpo, que jamás se recuperó, descansa en una fosa común anónima, posiblemente cerca del mismo lugar de su muerte.