Día Mundial de la Población.
El Día Mundial de la Población, que pretende llamar la atención sobre la urgencia y la importancia de las cuestiones de población, se instauró a través del entonces Consejo de Administración del Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo en 1989.
En la resolución 45/216 de diciembre de 1990, la Asamblea General de las Naciones Unidas decidió mantener el Día Mundial de la Población para aumentar la conciencia sobre las cuestiones de población, incluidas sus relaciones con el medio ambiente y el desarrollo. El Día se celebró por primera vez el 11 de julio de 1990 en más de 90 países.
Desde entonces, varias oficinas del Fondo de Población de la ONU (UNFPA) en diferentes países, así como otras organizaciones e instituciones, conmemoran el Día Mundial de la Población en colaboración con los gobiernos y la sociedad civil.
La División de Población de la ONU colabora estrechamente con organismos, fondos, programas y otros órganos del sistema de las Naciones Unidas en la ejecución del programa de trabajo en materia de población y en las actividades de seguimiento de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo.
Las misiones permanentes ante las Naciones Unidas, las oficinas nacionales de los gobiernos, las oficinas de las Naciones Unidas, los investigadores, los representantes de los medios de comunicación y el público en general recurren con frecuencia a la División de Población para obtener estimaciones y proyecciones de población, información y análisis sobre cuestiones de población y desarrollo.
En el año 2011, el mundo alcanzó una población de 7 mil millones. Este año, se espera que la cifra llegue a los 8 mil millones. A algunos les maravillará los avances en materia de salud que han ampliado la esperanza de vida, reducido la mortalidad materna y la mortalidad infantil y que han llevado al desarrollo de vacunas en tiempo récord. Otros reivindicarán las innovaciones tecnológicas que nos han facilitado la vida y nos han conectado más que nunca. Y otros proclamarán lo conseguido en materia de igualdad de género.
Sin embargo, el progreso no es universal y las desigualdades son muy acusadas. Las mujeres todavía mueren durante el parto. Las desigualdades de género permanecen arraigadas. La división digital deja a más mujeres y a aquellas personas en países en desarrollo desconectadas. En los últimos tiempos, las vacunas contra la COVID-19 se han distribuido de manera desigual. Y los mismos problemas y retos de hace 11 años siguen vigentes o han empeorado: cambio climático, violencia, discriminación. El mundo alcanzó un hito especialmente desalentador en mayo: se superaron los 100 millones de personas desplazadas forzosamente.
También habrá alarmistas que afirmen que el mundo está al borde de una desastrosa superpoblación o de un colapso de población catastrófico. Es probable que desde ambas posturas se exijan medidas para restringir o aumentar el crecimiento de población. Sin embargo, intervenir en las cifras de población no ha tenido éxito en el pasado. Más bien, solo sirve para socavar derechos humanos, tales como los derechos reproductivos en los casos en que a las mujeres se les obliga a tener más o menos hijos en contra de su voluntad o debido a que no tienen acceso a la información y servicios que pueden ayudarlas a tomar esa decisión, lo que contraviene el Programa de Acción de la Conferencia Internacional sobre la Población y el Desarrollo.
Por vez primera en la historia, asistimos a una gran heterogeneidad en la edad media de los países y las tasas de fecundidad de las poblaciones. Mientras que las poblaciones de un número cada vez mayor de países están envejeciendo y alrededor de un 60 por ciento de la población mundial vive en países con una tasa de fecundidad por debajo del nivel de reemplazo de 2,1 hijos por mujer, otros países tienen grandes poblaciones jóvenes y continúan creciendo rápidamente.
En un mundo ideal, 8 mil millones de personas significarían 8 mil millones de oportunidades para crear sociedades más sanas fortalecidas por derechos y elecciones. Pero el campo de juego no es, ni nunca ha sido, igualitario. Por razón de género, etnicidad, clase social, religión, orientación sexual, discapacidad y origen, entre otros factores, demasiadas personas siguen enfrentándose a la discriminación, acoso y violencia. No nos hacemos ningún favor ignorando a aquellas personas que se quedan atrás.