30 Años del Sub-Comandante Marcos.
El subcomandante Marcos llegó en 1984 a la selva lacandona de Chiapas, en el sureste de México, y allí vivió durante 17 años con las comunidades indígenas tzotziles y tzeltales hasta el 11 de marzo pasado, cuando la marcha que encabezó y que cruzó medio país remató con una manifestación gigantesca en la Plaza de la Constitución -mejor conocida como el Zócalo- de Ciudad de México.
En ese lugar, cargado de un enorme peso histórico, el jefe del Ejército Zapatista de Liberación Nacional, sin un arma encima, hizo oficial la decisión de su movimiento de hacer política por las buenas. Desde ese día los mexicanos tienen el alma en vilo, pues saben que en buena medida el destino del país depende del éxito o del fracaso de las gestiones de este misterioso hombre encapuchado y del puñado de comandantes que componen su estado mayor. Su misión es lograr la aprobación de una ley de derechos para los indígenas y sentar al Gobierno de Vicente Fox, cara a cara, en una mesa de negociación.
Marcos se instaló con su gente en la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), al sur de la ciudad, cuyos salones de clase improvisados como dormitorios y recintos de reuniones se han convertido en el centro de la atención de la opinión pública mundial, debido a la importancia de sus inquilinos actuales y a la catarata de noticias de implicaciones definitivas que se generan allí minuto a minuto.
El subcomandante de los zapatistas no había logrado que el Congreso le permitiera exponer su criterio sobre la ley de los indígenas ante los diputados en pleno, pues la división de opiniones en todos los partidos políticos impedía alcanzar cualquier consenso frente al tema. Al final se abrió una luz de esperanza cuando el Congreso aprobó, en una votación apretada, la propuesta de oírlo.
Entre tanto, Marcos y el presidente Fox buscaban sin éxito ponerse de acuerdo sobre cuál es la mejor manera de dar el primer paso para iniciar en firme el proceso de conversaciones de paz entre la guerrilla y el Gobierno.
Antes de la decisión del Congreso, los zapatistas habían anunciado su determinación de regresar a Chiapas por considerar que la clase política se estaba cerrando al diálogo, y para atajarlos Fox había respondido con la orden de levantar los puestos de vigilancia militar en la zona del conflicto y con el anuncio de que liberaría al resto de los guerrilleros que aún están en prisión.
El temor que generaba el ingreso zapatista a Ciudad de México para exigir los derechos de los indígenas parecía haber sido superado por la inquietud que producía la posibilidad de que regresaran a su tierra con las manos vacías.
A través de una cadena de mensajes con amigos comunes, el subcomandante Marcos aceptó hablar con los periodistas de Cambio.
La entrada principal de la Escuela de Antropología está protegida por agentes de la policía, y un grupo de estudiantes, que hace guardia las 24 horas del día, vigila los salones de clase donde están los zapatistas. Después de atravesar los dos anillos de seguridad, llegan al lugar de la reunión donde no había más que una mesa y tres sillas. Cinco minutos más tarde llegó Marcos y habló con el periodismo.
Después de siete años de que el Ejército Zapatista de Liberación Nacional anunció que un día entrarían triunfantes a Ciudad de México.
«El balance conseguido fue suficiente y que de una u otra forma el EZLN estaba hablando en el Zócalo el 11 de marzo, pero no del 2001, sino que estaba hablando de algo que estaba todavía por completarse: ese sentimiento que significa que la derrota definitiva del racismo se convierta en una política de Estado, en una política educativa, en un sentimiento de toda la sociedad mexicana. Como que eso ya está resuelto ahí, pero falta todavía algún trecho. Como decimos los militares, la batalla estaba ganada, pero todavía había algunos combates que dar. Creo, finalmente, que el Zócalo del día 11 de marzo nos decía que había sido acertado dejar las armas a un lado, que no era eso lo que provocaba que tuviéramos interpelación con la sociedad, que la apuesta a una movilización pacífica era correcta y que daba resultados. Falta que el Estado mexicano lo entienda, que el gobierno en concreto lo entienda», sentenciaba Marcos.
Con un corte altamente militar, aunque con el paso del tiempo se convirtió en un movimiento político, el 1 de enero de 1994 salió a la luz pública el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), dirigido por Rafael Sebastián Guillén Vicente, mejor conocido como el subcomandante Marcos.
La organización mexicana que se mantuvo hasta el 2006 conjugó las ideologías zapatistas, el marxismo y el socialismo libertario sin dejar de lado la estructura militar de una guerrilla.
30 años del movimiento armado orquestado por grupos indígenas que intentaron ocupar siete cabeceras municipales de Chiapas, cuando entraba en vigor el Tratado de Libre Comercio de América del Norte (TLCAN), firmado por Canadá, Estados Unidos y México durante el gobierno de Carlos Salinas de Gortari,
Ataviado en indumentaria de guerrillero, con el rostro cubierto por un pasamontañas para defender su identidad, el subcomandante Marcos hizo su primera aparición pública el 1 de enero de 1994, en medio del Zócalo de San Cristóbal de las Casas, en Chiapas.
Lideraba a campesinos uniformados, armados con escopetas y machetes, quienes reclamaban que en el tratado comercial no se respetaron los derechos indígenas.
Con la Primera Declaración de la Selva Lacandona, el EZLN declaró la guerra al gobierno del ex presidente Carlos Salinas de Gortari y tomó el control de cuatro municipios chiapanecos.
En 1995, el ex presidente Ernesto Zedillo anunció en cadena nacional que detrás del pasamontañas del subcomandante Marcos estaba Rafael Sebastián Guillén Vicente, un profesor de filosofía nacido en Tampico, Tamaulipas, que antes de irse a la guerrilla en Chiapas había dado clases en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), Unidad Xochimilco.
Guillén Vicente tenía en ese entonces el nombre clandestino de Zacarías, para luego ser cambiado por el de Marcos, y que además en la UAM era apodado por maestros y alumnos como El Cachumbambé.
Alfonso Guillén y María del Socorro Vicente González fueron identificados como sus padres. Marcos sería el cuarto entre ocho hijos, sin embargo, negó ser Rafael Guillén y su familia dijo que ignoraba su paradero.
El 25 de mayo de 2014, el subcomandante Marcos acudió a un homenaje al zapatista Votan Galeano, en Chiapas, para despedirse y anunciar ésa como su última aparición.
El líder zapatista dijo adiós a su relevante figura al frente del EZLN mediante una carta, en la que explicó que el subcomandante Marcos, se creó porque así convenía a sus intereses, pero que se había tornado innecesaria para el zapatismo.
De esta manera, el subcomandante Marcos desapareció para dar paso al subcomandante Insurgente Galeano, en homenaje al zapatista de nombre Galeano asesinado poco tiempo antes.
La primera aparición pública de Marcos como subcomandante Galeano fue el 10 de agosto de 2014, Además del pasamontañas, traía un parche en un ojo.
En octubre de 2023, el subcomandante Galeano dejó este personaje para dar paso al Capitán Insurgente Marcos.
“Murió Galeano. Murió como vivió: infeliz. Eso sí, tuvo cuidado de, antes de fallecer, regresar el nombre a quien es carne y sangre heredada del maestro Galeano. Recomendó mantenerlo con vida, es decir, luchando. Así que Galeano seguirá caminando en estas montañas”, escribió el ahora Capitán Insurgente Marcos.