Día Mundial del Parkinson.
La Organización Mundial de la Salud declaró el 11 de abril como el Día Mundial del Parkinson, en conmemoración del nacimiento del médico británico que describió por primera vez la enfermedad, James Parkinson.
Es la segunda enfermedad neurodegenerativa más frecuente luego del Alzheimer. Afecta principalmente a adultos mayores y se caracteriza por presentar síntomas motores como lentitud, rigidez, temblor en reposo y pérdida de los reflejos posturales. Estos síntomas son causados por el déficit en algunas neuronas del cerebro de una sustancia denominada dopamina.
En la actualidad el tratamiento está enfocado en el control de los síntomas y en retardar la evolución de la enfermedad, motivo por el cual la detección temprana es muy importante. En algunos pacientes, además del tratamiento farmacológico, se requiere tratamiento kinesiológico fonaudiológico y psicoterapia. En pacientes que no reponden al tratamiento con medicamentos, se puede intentar un tratamiento quirúrgico que ha demostrado ser eficaz en algunos casos.
Dada la complejidad de esta enfermedad, se debe abordar en forma interdisciplinaria y por neurólogos con experiencia en el tema a fin de mejorar la calidad de vida de los pacientes y las familias.
Síntomas básicos:
- La presencia de temblor en reposo, generalmente comenzando unilateralmente en un miembro superior.
- Rigidez muscular.
- Lentitud en la iniciación o mantenimiento de los movimientos, conocida como bradicinesia.
- Inestabilidad en los reflejos de postura, que suele manifestarse en etapas avanzadas de la enfermedad.
Otros síntomas que respaldan el diagnóstico son:
Asimetría, que indica el inicio unilateral de los síntomas; hipomimia o falta de expresión facial; hipofonía o disminución del volumen de la voz y excesiva grasitud de la piel, especialmente en la zona de la frente y la cara.
Además de estos, pueden presentarse otros trastornos autonómicos, que suelen manifestarse en etapas más avanzadas, como hipotensión ortostática, constipación, sudoración y trastornos del equilibrio. Estos son síntomas de aparición más tardía.
La enfermedad de Parkinson se desarrolla lentamente a lo largo de los años, y se debe concurrir al médico si se presentan síntomas de alerta, especialmente la detección del temblor, que en el 75% de los casos comienza en un miembro superior, con una frecuencia oscilatoria entre 6 y 7 ciclos por segundo se produce cuando el miembro está en reposo y desaparece ante la acción. Por ejemplo, la lentitud en los movimientos los pacientes lo perciben como pesadez en un miembro o torpeza motriz, sobre todo si es unilateral.
También existen síntomas premotores de la enfermedad, que hoy en día se valoran mucho y suelen preceder a los síntomas motores durante varios años.
Estos incluyen la pérdida del olfato, la constipación y los trastornos del sueño REM (movimientos oculares rápidos durante el sueño, donde el paciente puede actuar su propio sueño con comportamientos motores estereotipados como pedalear o patalear, o gritar)”.
Aunque estos síntomas no son suficientes para diagnosticar el Parkinson por sí solos, es importante tenerlos en cuenta como señales de advertencia de la enfermedad en desarrollo. Esto es especialmente relevante en casos de Parkinson hereditario, que constituyen menos del 10% de los casos diagnosticados y suelen comenzar a una edad más temprana, alrededor de los 40 o 50 años.
Actualmente, se están llevando a cabo estudios clínicos para desarrollar marcadores biológicos preclínicos que permitan un diagnóstico precoz, antes de que aparezcan los síntomas motores.
El médico neurólogo, para un diagnóstico adecuado, debe considerar su historial clínico, un examen neurológico detallado y descartar otras enfermedades que puedan simular el Parkinson, como los parkinsonismos, que son trastornos neurodegenerativos con algunas características similares pero que no suelen presentar temblores como síntoma predominante, sino más bien lentitud, rigidez y una respuesta limitada a la Levodopa (un fármaco que tiene por objetivo convertirse en dopamina en el cerebro). Asimismo también pueden ser causados por efectos adversos de ciertos medicamentos, algunos antidepresivos, o trastornos microvasculares.