Aniversario de la Madres de Plaza de Mayo

Publicado: 30 abr 2025
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En un primer momento fueron 14 las mujeres que el 30 de abril de 1977 se hartaron de la búsqueda infructuosa por dependencias policiales, judiciales y gubernamentales para que les dijeran algo de dónde estaban sus hijas y sus hijos desaparecidos. Entonces transformaron el dolor en acción. Y marcharon en Plaza de Mayo.

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El verbo “marchar” no es azaroso. Aunque se las conoce popularmente como “rondas”, desde la histórica titular de las MadresHebe de Bonafini hasta el resto de las integrantes y militantes de la agrupación, el término que eligen utilizar es “Marchas”.

 

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Son mucho más que rondas, son un posicionamiento político, una demostración de vigencia, resistencia y lucha. Cobra más significado aún si se tiene en cuenta que la primera se hizo poco más de un año después del inicio de la última dictadura cívico–militar, en pleno Terrorismo de Estado. Y perduran hasta hoy.

El primer encuentro fue un sábado de inicios de abril, hace 48 años. Hebe siempre declaró que el nacimiento de las Madres no había sido en la plaza sino en la Iglesia Stella Maris de la Marina. Allí se habían juntado algunas madres, entre ellas Azucena Villaflor, para hablar con el cura castrense Emilio Graselli, secretario del vicario.

En los primeros encuentros, en bancos de la plaza, Azucena solía adoptar como estrategia sacar un tejido, para simular que charlaban. Estaban prohibidas las reuniones en la vía pública. En las Marchas las Madres solían llevar monederitos en la mano, no carteras, para que los militares no creyeran que podían tener armas guardadas.

Cuando fueron a la Casa Rosada vieron que no había nadie para recibir la carta, tampoco nadie pasaba por la plaza un sábado.

“Dijeron: tenemos que ir a la plaza un día de semana. Bueno, cuándo –recrea Iramain–. Empezaron a ir para atrás. El viernes. ‘No, ese es día de brujas’, dijo una madre. Bueno, entonces el jueves. Y a partir de ahí quedó siempre el jueves a las 15.30”. En un principio no era una marcha, más bien era juntarse para ver cómo podían hacer para presionar a Videla, ir a entregar esa carta, hacerse un poco visibles.

Pero semana a semana se corrió el boca en boca. Cada jueves eran dos o tres nuevas. “¿Vos venís por lo mismo que yo?”, era la pregunta repetida. Ante el número de madres que creía la policía se puso en alerta. Les dijeron ‘tienen que circular’. Y entonces ellas empezaron a caminar. Nacía la Marcha de las Madres.

María Adela Gard fue la primera que aportó un dato en medio de la ronda. Contó lo que vio su nuera, que había sido secuestrada y liberada a los pocos días: galpones con muchos chicos y chicas todos juntos.

Las convocatorias tuvieron una primera señal positiva. El 11 de julio de 1977, el ministro del Interior Albano Harguindeguy recibió a Azucena, María del Rosario Cerruti y “Ketty” de Neuhaus. Con desprecio, les contestó sobre sus hijos desaparecidos: “Tenemos doscientos o trescientos detenidos, nada más”.

Los primeros encuentros no fueron en cercanías a la Pirámide, sino frente a la Casa de Gobierno, alrededor del monumento de Belgrano. De a poco, mientras crecía el grupo a la par del hostigamiento policial, fueron corriéndose al centro de la plaza.

En los primeros tiempos, entonces, eran solo las Madres. La respuesta de la dictadura (que hablaba de ellas como “las locas de la Plaza”) se concretó entre el 8 y el 10 de diciembre de 1977. Tras la infiltración de Alfredo Astiz, desaparecen Azucena, Mary y Esther. Ahí, se produce otro gran debate entre ellas: si había sido una buena estrategia estar en la plaza durante meses porque evidentemente corrían peligro.

La posición que se termina imponiendo (y ahí resurge Hebe como referente y líder) es que evidentemente Azucena había tenido razón: debían ir a la plaza porque ahí era donde les molestaba su presencia, y por eso la dictadura había secuestrado a tres de ellas. Los militares creían que con esas desapariciones terminaban con el movimiento. Fue lo contrario. Se organizaron, surgieron nuevas referentas (María Adela Gard Pérez de Antokoletz?, María del Rosario Cerruti, Marta Vásquez, Nora Cortiñas), se institucionalizaron. En 1979, crearon la primera comisión directiva, con Hebe de presidenta.

Último jueves de diciembre de 1978. Había pasado el Mundial que las ubicó en el conocimiento internacional cuando un equipo de televisión holandés cubrió por satélite la Marcha que hicieron el jueves de la inauguración de la Copa, en simultáneo con la ceremonia, en una plaza vacía.

Las Madres llevaban 20 meses en la plaza, ya habían sido entrevistadas por una reportera de la radio NBC de Estados Unidos, cuando vino una comitiva del secretario de Estado, Terence Todman, a reunirse con Videla. En octubre de 1977, habían publicado una solicitada en La Prensa firmada por 237 Madres y otros familiares de desaparecidos e incluso salieron al exterior, en octubre de 1978. Primero, unos días a Washington y de ahí una posibilidad de ver al Papa. Viajan a Roma, Juan Pablo II no las recibe, pero sí lo hace el presidente de Italia, Sandro Pertini.

“Fue un éxito político de las Madres, trasciende el viaje, la comunidad italiana acá es muy importante. El presidente de Italia manda telegrama a la dictadura exigiéndole respuesta por los desaparecidos y pidiéndole que cuide la integridad física de las Madres y que no les pase nada al regresar. Con ese éxito la dictadura empieza a tomar dimensión de los problemas que le estaba generando las Madres”, aporta Demetrio Iramain.

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¿Qué estrategia tomaron los militares? Vallar la plaza e impedir que puedan ingresar. Así fue todo 1979. A pesar de eso, las Madres se las ingeniaron para marchar en otras plazas de la ciudad, como las de Flores, Constitución o Plaza San Martín: el camino que habían decidido era estar en la calle denunciando con su cuerpo lo que estaba pasando. Como sea.

Hasta ese momento la mayoría usaba un clavo como distintivo, simbolizando el dolor por la desaparición de sus hijos y los clavos en la cruz. Pero cuando decidieron sumarse a la Peregrinación a Luján pensaron que necesitaban algo más visible. Empezaron con pañales blancos en representación de sus hijos, hasta que se convirtieron en pañuelos blancos.

48 años después siguen haciéndolo, convertidas en un símbolo de resistencia y valentía. La figura de Azucena, los inicios, el 2001 y la presencia eterna de Hebe.

 

 

Fuente: Tiempo Argentino