Consumo de Agua en la Niñez
El agua es un elemento primordial para el funcionamiento del organismo humano. Se estima que al nacer alrededor del 80 % del cuerpo es agua y luego, con el paso de los años, la proporción disminuye hasta que, en la vida adulta, la cifra ronda el 65 % dependiendo del sexo, la edad, la altura y el peso, entre otros factores.
Esto indica que, si bien el consumo de agua es importante a cualquier edad, para las niñas y niños en desarrollo es indispensable. De hecho, la comunidad pediátrica advierte que esta población es la más susceptible a sufrir episodios de deshidratación, ya que su organismo, al estar en plena maduración, aún no ha desarrollado un mecanismo eficiente para el almacenamiento y regulación de los líquidos, lo que implica que deban consumir agua de manera constante. Si a esto le sumamos que, en sus primeros años de vida, las niñas y niños tienen una capacidad limitada para expresar verbalmente que están sedientos, el tema reviste mayor significado para madres, padres y cuidadores, quienes deben estar atentos a las necesidades de hidratación de las niñas y niños más pequeños del hogar.
Y es que no se trata tan solo de calmar la sed. Una buena hidratación implica el buen funcionamiento de todas las células y órganos, desde el transporte de nutrientes y de oxígenos por todo el organismo, pasando por los procesos de depuración de los desechos sólidos y líquidos, hasta la regulación de la temperatura corporal. Por eso, muchos nutricionistas infantiles y médicos pediatras destacan que la hidratación diaria para los niños es fundamental. En pocas palabras: un niño hidratado, es un niño sano.
Por lo tanto, el agua se constituye como una de las bebidas más adecuadas para lograr una alimentación saludable para los niños, la cual no puede ni debe ser reemplazada por bebidas gaseosas, azucaradas o artificiales.
¿Cuándo introducir el agua en la dieta de niñas y niños?
Desde el nacimiento y hasta los primeros seis meses de vida, las asociaciones de pediatras y la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomiendan la lactancia materna exclusiva como la única fuente de alimentación y de hidratación de los bebés. De acuerdo con el organismo internacional, más del 80 % de la leche materna es agua. Por ende, al amamantar a su bebé, la madre le está proporcionando toda el agua que su hijo o hija necesita. De hecho, si la madre percibe que su bebé está sediento, simplemente debe amamantarlo. Los bebés menores de 6 meses no necesitan agua adicional, ni siquiera en climas calientes.
En esta etapa, dar agua a los bebés lactantes representa un riesgo no solo por la posibilidad de que adquieran infecciones gastrointestinales, si la fuente no es apta para el consumo humano, sino porque puede interferir con la habilidad de sus cuerpos para absorber los nutrientes de la leche materna y además, generarles sensación de saciedad, lo que reducirá su deseo de alimentarse del pecho de la mamá causándoles problemas de malnutrición.
En cambio, quien sí debe beber agua en cantidad suficiente es la madre, ya que al mantenerse bien hidratada estará favoreciendo su producción de leche.
Con esta indicación, el agua en la dieta se debe realizar a partir del sexto mes de vida en el inicio de la alimentación complementaria. Aquí, si bien la lactancia materna continúa siendo una buena fuente de hidratación, se constituye como la principal fuente de hidratación. Los niños pueden empezar a consumir agua pura o contenida en jugos naturales bajos en azúcar, sopas, frutas y vegetales ricos en agua y electrolitos como lo son la naranja, la mandarina, la piña, la sandía, las espinacas, el pepino y la lechuga, entre otras.
Ahora bien, es esencial que, desde los primeros años de vida, las niñas y los niños aprendan hábitos de alimentación saludable, lo cual implica acostumbrarlos a saciar su sed con agua pura o bebidas naturales y evitar el consumo de gaseosas, bebidas energéticas, refrescos artificiales o malteadas, que poseen una alta concentración de edulcorantes y se relacionan con problemas de obesidad, diabetes y alergias en la infancia y la adolescencia.
Hidratación en la vida escolar
Después de los tres años, cuando inicia la etapa escolar y se incrementa el gasto calórico por la actividad física a la que están expuestos, los pediatras y nutricionistas recomiendan que las niñas y los niños reciban líquido cinco veces al día después de cada comida principal (desayuno, almuerzo y cena) y con las meriendas u onces. Incluso, se estima que se deben hidratar a niñas y niños antes de enviarlos al jardín o al colegio, así como poner jugos naturales, bebidas lácteas como yogurt, kumis o agua pura en sus loncheras. La misma recomendación aplica para las niñas y niños que inician actividades extracurriculares como la práctica de un deporte o de una actividad artística como la danza o el teatro.
De otro lado, los expertos recomiendan a madres, padres y cuidadores no esperar a que sus niñas y niños manifiesten sed ni mucho menos ignorar la necesidad de ingesta de líquidos, sino ofrecerles líquidos a lo largo del día y no en una toma ya que de esta manera el organismo los asimila mejor.
Si cuentan con un buen estado de salud, las niñas y los niños, al igual que los adultos, pierden agua por múltiples razones: a través de la transpiración, de la orina y de las funciones metabólicas normales de su digestión. Sin embargo, las pérdidas más considerables que llevan a estados de deshidratación se presentan cuando están enfermos y presentan fiebre, exceso de sudoración, diarrea aguda o crónica, vómito e inapetencia. Otras causas de la deshidratación están asociadas a la diabetes infantil o a incrementos en la temperatura de la región de residencia del niño. En estos casos, la deshidratación ocurre porque la cantidad de líquido que sale del cuerpo es mayor que la que entra.
Por eso, si madres, padres y cuidadores reconocen algunos signos tempranos de deshidratación, pueden actuar a tiempo y evitar complicaciones que lleven al niño a etapas tan graves como un estado de convulsión.
Algunas señales de alerta de la deshidratación infantil señaladas por la Academia Americana de Pediatría son:
– Llanto sin lágrimas
– Hundimiento de los ojos
– Lengua y boca con apariencia seca y saliva espesa
– Orina con menor frecuencia de lo habitual
– Piel reseca
– Debilidad o somnolencia (el niño juega menos de lo normal)
– Irritabilidad
Ante la aparición de alguno de estos síntomas, se debe consultar al médico de inmediato.