Derrocamiento de Perón.
A comienzos de 1955 la actividad conspirativa de los sectores liberales y nacionalistas católicos dentro de las Fuerzas Armadas se había incrementado y era cada vez más reducido el número de militares aliados de Perón.
Estos grupos de oficiales contaron con el apoyo de amplios sectores políticos (radicales, conservadores y socialistas). Se produjeron levantamientos contra el gobierno en diversas bases militares que culminaron el 16 de junio, con un bombardeo en horas del mediodía a la Plaza de Mayo, con el supuesto objetivo de matar a perón, dejando como saldo cientos de civiles heridos y más de 364 muertos. Fue una masacre de ciudadanos de a pie. Mientras Perón se refugiaba en el Ministerio de Guerra.
El ataque se produjo con una veintena de aviones de la Aviación Naval sobre la multitud. Los ataques continuaron hasta las 18 horas. El Ejército instaló tanques y baterías antiaéreas para proteger al presidente, por lo que a los insurgentes se les ordenó atacar a los miembros del Ejército y a los civiles que apoyaban a Perón. Finalmente, los atacantes pidieron asilo político en Paraguay y los aviones huyeron hacia Uruguay. Perón pidió en un discurso público por radio, calma a la población.
Ese accionar tensó aún más la furia de los peronistas. Esa noche, varias iglesias fueron incendiadas en Buenos Aires por tres grupos organizados de personas que partieron de dos reparticiones del Estado y del local del Partido Peronista y se dirigieron separadamente a las iglesias.
A partir de estos hechos se inició la cuenta regresiva para el gobierno de Perón. El bloque antiperonista se había ampliado y consolidado. El único sector social que parecía decidido a sostener a Perón era la clase obrera.
Luego de las jornadas de junio, la CGT convocó por radio a los trabajadores en varias oportunidades, para que acudieran a defender al gobierno. Una multitud de ellos se reunió en Plaza de Mayo el 31 de agosto de 1955 para escuchar lo que fue el último discurso de Perón, en el cual remarcó la necesidad de defender las conquistas populares a cualquier precio.
La CGT, sectores del peronismo e incluso sectores opositores fueron a reclamar armas para impedir la toma del poder por los militares, pero el presidente se las negó y se refugió en la embajada de Paraguay el día 20 de septiembre comenzando así un largo período de exilio.
El 16 de septiembre de 1955, el ejército, al mando de Eduardo Lonardi, Pedro Eugenio Aramburu y el almirante Isaac Rojas, produjo el tercer golpe de estado en la Argentina que trajo consigo la destitución de Perón; la que se autodenominó “Revolución Libertadora” estableciendo además, un gobierno provisional encabezado esta vez por el general Lonardi dando por comenzada una etapa de proscripciones, venganzas, asesinatos, secuestros y fusilamientos en el orden civil y militar.