Día del Militante Peronista.
El 17 de noviembre de 1972, el general Juan Domingo Perón volvía a la Argentina tras 17 años de exilio, después del golpe de Estado que en 1955 lo había derrocado de la Presidencia.
Aterrizó en Ezeiza con el acompañamiento de destacadas personalidades del ámbito político, sindical, artístico, religioso, cultural y deportivo.
En un amplio operativo de seguridad las fuerzas militares cortaron las rutas para impedir la llegada de los manifestantes, reteniendo a Perón en el Hotel Internacional de Ezeiza con la excusa de <protegerlo>.
Finalmente al día siguiente permitieron su salida hacia su residencia de Gaspar Campos, en Vicente López. Una multitud se manifiestó allí en forma incesante, ansiosos a que se asome por una ventana de la residencia, especialmente los jóvenes que podrían verlo y escucharlo por primera vez.
Dos días después de su regreso, convocó a una reunión a la mayor parte de la dirigencia política, con excepción de los aliados al Régimen.
Solamente el Partido Comunista (PC) y el Partido Socialista de los Trabajadores (PST) no aceptaron la invitación.
De esa reunión surgió una declaración de 10 puntos que contenían condiciones básicas para realizar las elecciones del año 1973. Una vez más, con esta iniciativa, Perón dejó aislada a la oligarquía y al Gobierno militar.
Antes de su regreso a España encomendó a Juan Manuel Abal Medina, entonces Secretario General del Movimiento Nacional Justicialista, que propusiera al Congreso Justicialista, la fórmula Cámpora-Solano Lima.
Al principio ninguno de estos candidatos despertó la simpatía de los peronistas, pero al poco tiempo, Cámpora ganó adhesión popular que comenzó a llamarlo «El Tío» y la juventud popularizó la consigna: «Qué lindo, qué lindo que va a ser, «El Tío» en el Gobierno, Perón en el Poder».
El peronismo recuerda esa fecha como un símbolo de la resistencia y la militancia, fortalecida por casi dos décadas de proscripción.
«A pesar de mis años, un mandato interior de mi conciencia me impulsa a tomar la decisión de volver, con la mejor buena voluntad, sin rencores que en mí no han sido habituales y con la firme decisión de servir, si ello es posible», había escrito Perón en una solicitada publicada el 7 de noviembre de ese año.
Días después, desde Roma, el fundador del principal movimiento político del país enviaba un mensaje dirigido a todo el pueblo peronista: «Como en los viejos tiempos, quiero pedir a todos los compañeros de antes y de ahora, que dando el mejor ejemplo de cordura y madurez política, nos mantengamos todos dentro del mayor orden y tranquilidad. Mi misión es de paz y no de guerra».
Con la impotencia por la derrota que significaba su llegada, el gobierno de Lanusse retuvo a Perón en el Hotel de Ezeiza hasta la madrugada del día siguiente, cuando decidió liberarlo y pudo dirigirse a la casa de la calle Gaspar Campos, en Vicente López.
Permaneció en Buenos Aires solo 29 días y volvió a irse a España, de donde retornó definitivamente el 20 de junio de 1973, de la mano del presidente justicialista electo Héctor Cámpora, quien luego renunciaría a su cargo para llamar a elecciones y permitirle a Perón acceder a su tercera y última Presidencia.
Perón triunfaría acompañado por su esposa, «Isabelita», en los comicios de septiembre.
El recuento de los votos de las elecciones del domingo 23 de septiembre de 1973 puso en negro sobre blanco un triunfo tan previsible como abrumador: Juan Domingo Perón era elegido presidente de la Argentina por tercera vez, el único en la historia del país, con el 62% de los votos y una ventaja de casi cuatro millones y medio de votos sobre su principal rival, el radical Ricardo Balbín.
Gobernaría hasta su muerte, el 1 de julio de 1974. La «primavera peronista» duró poco: en marzo de 1976, los militares volvían a tomar el poder con el que es el último golpe de Estado que vivió la Argentina hasta este momento.