Día Internacional de los Niños Víctimas Inocentes de la Agresión.
La triste realidad es que en las guerras y los conflictos armados son los niños, los miembros más vulnerables de la sociedad, los que más sufren las consecuencias.
Los niños son víctimas del reclutamiento como soldados, el homicidio, la violencia sexual, el secuestro, los ataques contra escuelas y hospitales, así como la ausencia de ayuda humanitaria.
El 19 de agosto de 1982, en su período extraordinario de sesiones de emergencia sobre la cuestión de Palestina, la Asamblea General, «consternada ante el gran número de niños palestinos y libaneses que han sido víctimas inocentes de los actos de agresión de Israel», decidió conmemorar, el 4 de junio de cada año, el «Día Internacional de los niños víctimas inocentes de la agresión».
En el mundo hay más de dos mil millones de niños, niñas y adolescentes, lo que representa más de 25 por ciento de la población mundial.
Una amplia gama de infortunios les aquejan: en 1990, el número de muertes susceptibles de evitar de niños menores de cinco años era de 12.5 millones cada año. Gracias a los esfuerzos encabezados por la ONU como parte de los Objetivos del Milenio, esa cantidad se ha reducido, pero todavía la cifra es alarmante: 6.5 millones mueren cada año.
De acuerdo con Save the Children, más de un millón de bebés mueren el día de su nacimiento y 2.9 millones en su primer mes de vida, mientras que 1.2 millones fallecen durante el parto.
En 2012, la Unicef calculó que hay 300 mil niños soldados en el mundo. Sólo en los países en desarrollo, informa la OIT, hay 250 millones de niñas y niños de entre cinco y 14 años que trabajan. De ellos, cuatro de cada cinco lo hacen sin remuneración. En todo el globo, 170 millones de niños son huérfanos, 132 millones de los cuales viven en países en vías de desarrollo.
El Informe Nacional sobre Violencia y Salud, también de Unicef, dos niños con menos de 14 años mueren cada día en nuestro país a causa de la violencia.
Los niños, sin responsabilidad de ningún tipo, están padeciendo los estragos de nuestras acciones, deficiencias y omisiones. Porque todos los infortunios que flagelan a los niños son producto de lo que hacemos o dejamos de hacer los adultos.
No hay excusa posible. Hoy niñas, niños y adolescentes padecen agresiones de la más diversa índole, porque no hemos sido capaces de brindarles la protección que estamos obligados a garantizarles. Nuestra deuda es enorme y no habrá manera de saldarla si no colocamos a la niñez, su salud, educación y protección, como la más importante de nuestras prioridades.