Diez Años Sin Luciano Arruga.
Se hicieron las cinco de la mañana y Mónica Alegre, su mamá se preocupó porque Luciano todavía no había vuelto. Junto a Vanesa Orieta, su hermana, comenzaron a caminar el barrio, golpear puertas, recorrer comisarías, llorar en hospitales y rezar en morgues, para encontrar al negrito de 16 años que les habían arrancado.
La misma noche del accidente, Vanesa y Monica se acercaron al Santojanni a preguntar si habían tenido el ingreso de un adolescente con las características de Luciano, pero en sus registros solo contaban con la internación de un adulto de unos supuestos 26 años y, aunque insistieron para poder verlo, no se lo permitieron y continuaron con la intensa búsqueda que duró cinco años y ocho meses.
Tras pericias y recopilaciones, tiempo después, la familia de Luciano se enteró que ese adulto de 26 años, en realidad era un nene de 16, sin documentos y con su futuro arrancado por la más odiosa mafia que acecha en los barrios del conurbano: la policía bonaerense.
El cuerpo de Luciano permaneció 24 horas en la morgue del hospital y, como nadie fue a reconocerlo, lo trasladaron a la morgue judicial en donde permaneció otros tres meses, hasta que, en mayo de 2009, fue enterrado como NN en el cementerio de Chacarita.
La búsqueda de Luciano, estuvo siempre rodeada de corrupción judicial, policial y política.
En el año 2011, se logró cerrar el destacamento policial de Lomas del Mirador y fue entregado a la familia como un espacio de lucha y memoria. En 2012, tras tres años de búsqueda, Daniel Scioli, gobernador de Buenos Aires en aquellos años, recibió a la familia. En 2013, se logró cambiar la caratula de la causa a ‘Desaparición Forzada’ , y pasó a manos de la justicia federal. Ese mismo año, el comisario Torales fue destituido y apresado por el delito de “severidades, vejaciones y apremios ilegales a un detenido” (Art. 144 bis inc. 3 en función del art. 142, inc. 1 del Código Penal), sumándole el agravante de haberlo cometido contra un menor.
En octubre, amigos y familiares hicieron un acampe en el ex destacamento para exigir que un grupo de antropólogos forenses especializados intervenga en el caso. En abril de 2014, la familia, en compañía del Centro de Estudios Legales y Sociales (CELS), presentó otro hábeas corpus, que fue aceptado por la Cámara de Casación en julio de ese año, lo que permitió que la búsqueda se intensifique. Luego de esto, las huellas del expediente del 2008, fueron cotejadas con el registro AFIS (Automated fingerprint identification) del Ministerio de Seguridad. En septiembre de ese año, comenzó la primera audiencia para poder reconstruir el caso y obtener justicia. Un mes después, las comparaciones de pruebas dactilares con los registros de la Policía Científica, dieron que ese cuerpo de un “supuesto adulto de 26 años” enterrado hacía cinco años y ocho meses en Chacarita, era el de Luciano.
Muchas fueron las trabas y amenazas que Monica, Vanesa y todo aquel que buscara respuestas, tuvieron que pasar. El cuerpo de Luciano fue encontrado, pero aún hoy, tras 10 años de su desaparición, se sigue pidiendo juicio y castigo para los verdaderos responsables políticos y materiales del asesinato de este pibe pobre y villero de 16 años al que no dejaron crecer.
El caso de Luciano se convirtió en un emblema de la lucha contra la policía y el aparato represivo estatal, pero Mónica no quería que su hijo sea una bandera, ella sólo quería que su negrito siga creciendo junto con sus hermanos, en su casa y en el barrio que lo vio crecer y que como tanto quería conociera el estadio Monumental de «su» amado River Plate.
No se «vendió» a la policía y lo pagó carsímo.