En un Día Como Hoy Moría Benito Quinquela Martín.
Fue un gran artista argentino, uno de nuestros grandes pintores y su vida se inició sin conocer a sus padres.
Apareció abandonado en una cajita, en la puerta del Hogar de Niños, con una notita que decía:
-“Este niño fue bautizado como Benito Juan y seguía su apellido: Martín”.
Fue criado como hijo adoptivo por una humilde familia, Chinchella de apellido. En Italiano se pronuncia Quinquela.
Se cree que su fecha de nacimiento se remonta al 1 de marzo de 1890.
Se crió en la pobreza de un barrio muy modesto: La Boca. Y recién a los 20 años –y por sí mismo- mérito muy especial aprendió a leer y a escribir correctamente.
Desempeñó durante mucho tiempo un oficio rudo y difícil: estibador de carbón en el puerto.
Su primer lápiz de dibujo fue el mismo carbón que transportaba sobre sus espaldas.
Con todas estas desventajas, pero con un gran talento, este pintor argentino logró fama, riqueza y el honor –en vida- que sus cuadros se exhibiesen en los principales museos del mundo: Roma, Madrid, Londres, París.
Pero ya para siempre, Quinquela Martín, el Riachuelo y la Boca serán casi una sola cosa.
Nació en la Boca, a un paso de la Vuelta de Rocha, allí sufrió, allí encontró su destino y allí conoció la gloria
Primero pintó paisajes luego los cascos heridos de las naves, las cimbreantes planchadas hormigueando de hombres encorvados y las garras siniestras de los guinches.
Plasmó en sus obras y murales gigantescos, toda la vida de la ribera, desde el amanecer hasta el ocaso.
Fue un pintor colorista y muy personal.
A los 24 años el Presidente de la República, Marcelo T. de Alvear, le otorgó una beca para perfeccionarse en España e Italia.
Luego regresó varias veces a Europa para exponer sus obras. Y en esas giras ganó dinero, prestigio internacional y regresó a su barrio de la Boca, a su mismo “atelier” de siempre.
No buscó un lugar lujoso de Palermo Chico por ejemplo. Hubiera sido ajeno a su manera de ser.
Buscó sí, el viejo rincón de sus antiguos sufrimientos, las mismas calles sureñas de su bohemia adolescente.
Posteriormente fundó con su dinero, la Escuela-Museo Pedro de Mendoza, que él mismo dirigió por muchos años y aún existe junto a una escuela primaria que funciona donde tuvo su casa y su atelier.
A los 83 años ganó el gran Premio del Fondo Nacional de las Artes.
Dos años antes, a los 81 años, había sido nombrado Profesor Honorario de la Universidad de Buenos Aires.
Con ese motivo, se realizó un acto en su homenaje.
Allí expresó con la sencillez de “los iluminados que saben agregar luz a la luz”:
“Tuve muchos halagos en mi vida”, decía. “Pero que un estibador del puerto que a los 19 años casi no sabía leer. Que le costaba escribir bien su propio nombre, lo hubiesen designado profesor de la Universidad, es más de lo que hubiera soñado”.
“Y les digo a los jóvenes estudiantes: luchen, trabajen, busquen, que todos los que llegaron, siempre debieron luchar para llegar.
Porque peor que muchos fracasos son pocos intentos…”
Un 28 de enero de 1977 teniendo más de 86 años moría Benito Quinquela Martín.