Monumento al taxi de Buenos Aires
Alrededor de 38.600 “techos amarillos” recorren a diario la ciudad, conducidos por personas que ofrecen un servicio de transporte público esencial. La capital argentina tiene desde el pasado viernes un monumento en honor a los taxistas, dado el servicio que prestan a los ciudadanos y turistas que día a día recorren las calles de la capital.
Más de 70.000 personas (en una flota compuesta por 38.600 coches) integran este grupo que recorren a diario las calles de la capital argentina y prestan -según los agentes turísticos internacionales- el mejor sistema de transporte con que cuenta la ciudad de Buenos Aires.
El secretario general del Sindicato de Peones de Taxis, Jorge Omar Viviani, indicó que “es un reconocimiento a los miles de hombres y mujeres que día a día prestan un servicio tan importante para la ciudad de Buenos Aires”.
La profesión de taxista experimentó en los últimos años cambios en la modalidad de trabajo a partir de la introducción de las empresas de radiotaxis y la concentración de grandes flotas de vehículos en manos de empresarios. El comienzo de la actividad de taxis en Buenos Aires data del siglo XIX, cuando se creó la primera ley de patentes para los carruajes de alquiler, en el año 1860.
La normativa, que permitió el emplazamiento del monumento, también menciona que el origen del término “tachero” proviene del francés Maurice Tachon’s, el primer fabricante de los relojes que llevaban impreso su nombre. Sin embargo, José sostiene que “este término deriva de que los antiguos relojes eran como un tacho”.
Cualquiera sea su origen, los choferes dicen sentirse más cómodos cuando los llaman “taxistas”. Incluso “el Gallego” -fundador junto a otros colegas de la parada de “Chacarita” y que hoy tiene 70 años- sostiene que los “tacheros” son quienes desempeñan mal el oficio. “El tachero es el que no le para a la señora con un cochecito o a una persona con silla de ruedas, el que te afana con el viaje o el que te echa cuando llevás a un pasajero a Retiro”, explicó a la agencia Télam.
“Hay muchos prejuicios pero aquí hay de todo, como sucede en todos los oficios. Yo, por ejemplo, no escucho la radio que la gente piensa que los taxistas oímos. Más bien te diría que trato de poner música”, cuenta “el Gallego”, quien desempeña este oficio desde hace cuatro décadas.
La imagen del taxista tuvo además un ícono en el imaginario popular de la mano de Rolando Rivas, aquel personaje de telenovela encarnado por Claudio García Satur, en le década de los setenta. Por aquellos años, los taxis que circulaban por la Ciudad podían estar pintados de cualquier color, pero en 1967 se dispuso una norma que indicaba que todos debían tener la carrocería pintada de negro en la mitad inferior y de amarillo en la superior.