Murió Bertolucci.
Bernardo Bertolucci, autor de «El último tango en París», «Novecento» o «El último emperador»,(que obtuvo nueve Oscar en 1988), nació en Parma en 1940, en la Emilia Romania roja y partisana.
Hijo del gran poeta Attilio Bertolucci y de la profesora Ninetta Giovanardi, fue íntimo amigo de Pier Paolo Pasolini, defensor a ultranza del Partido Comunista y ávido lector de los fundamentos del marxismo y el psicoanálisis.
Un cocktail biográfico del que bebió toda su obra: una quincena de películas, entre producciones colosales y minúsculas, obras experimentales y más tradicionales. Fue guionista, productor, poeta y polemista. Y sobre todo, retrató con nitidez extraordinaria a los desheredados de este mundo —como la prostituta de la Cosecha estéril, su primer filme—, a seres en descomposición y a un cierto tipo de burguesía en pleno descubrimiento del fuego.
El pasaporte al cielo lo expidió El último tango en París, su sexta película. La más cruda y polémica. Todavía más cuando se supo que había pactado con Marlon Brando la famosa escena de los abusos sin que Maria Schneider lo supiese. Sus lágrimas eran tan reales e imprevistas como la mantequilla con la que Brando la sodomizaría en la película. Lo reconoció el mismo Bertolucci, pero su director de fotografía, el gran Vittorio Storaro, lo negó después ante el escándalo suscitado.
El último tango… le sirvió a Bertolucci todo el crédito para rodar Novecento, un viaje a su tierra natal para narrar la lucha de clases. Una descomunal crónica de las primeras cinco décadas de la Italia del siglo XX que parte del 27 de enero de 1901, día en que murió a orillas del río Po Giuseppe Verdi. Muy cerca de ahí, nacieron también los dos amigos —uno hijo de terrateniente y el otro de labriegos— que protagonizan el filme y que representarán durante tanto tiempo después esas dos Italias.
Una epopeya (314 minutos y originalmente concebida en tres partes), producida por Alberto Grimaldi y surtida de grandes estrellas de Hollywood como Burt Lancaster, Robert De Niro, Donald Sutherland o Gerard Depardieu que dio vida al revolucionario hijo de campesinos.
Novecento fue la afirmación definitiva de la transversalidad de Bertolucci, también a un lado y otro del Atlántico. Pero el reconocimiento en Hollywood llegó con El último emperador (1987), la trágica y novelesca historia de Pu Yi , el último representante de la dinastía manchú, quizá una de sus obras menos profundas, pero la única que le ha valido a un director italiano el Oscar.
El cielo protector(1989) o El pequeño Buda (1993) fueron la continuación de aquella manera de ver el cine que fue volviendo cada vez más la vista atrás con filmes como Belleza robada (1997).
Toda Italia y el mundo lloran la pérdida del último emperador del cine europeo.