Primera Elección Ganada por Juan Domingo Perón.
El 24 de febrero de 1946 el entonces coronel Juan Domingo Perón ganó las elecciones presidenciales por primera vez.
Se cumplen hoy 78 años.
Con prácticamente toda la prensa en su contra, Perón ganó la presidencia de la Nación de manera aplastante.
Juan Domingo Perón fue elegido presidente con la boleta del Partido Laborista; obtuvieron la gobernación de 13 de las 14 provincias que entonces existían, 109 de las 158 bancas de la Cámara de Diputados y 28 de las 30 del Senado.
Durante la campaña electoral, los grandes diarios nacionales, así como las radios, prácticamente no otorgaron espacio a las actividades del frente peronista.
Apenas se mencionaba a las concentraciones de gente seguramente esperanzada con la figura de Perón, pese a que eran multitudinarias. Si alguna vez mencionaban a esta fuerza naciente era para señalar algo negativo y las palabras Perón y «peronismo» eran prolijamente evitadas.
La ceguera auto impuesta por los medios de información, que en realidad «desinformaban», se produjo pese a que el 17 de Octubre de 1945 había quedado demostrada la capacidad de liderazgo que destacaba a Perón. Como consecuencia de esa movilización se pudieron realizar las elecciones de 1946 y la llegada de este gran líder al poder. Sin dudas podemos afirmar que debido a lo ocurrido ese día “de la lealtad” el pueblo trabajador argentino garantizó el retorno a la institucionalidad democrática a la Argentina.
No fue fácil ganar aquellas elecciones. Con la intervención de la Embajada de Estados Unidos nucleando a todo el arco opositor privilegiado y seudo nacional, Perón sabía de entrada que la cosa no sería sencilla.
Por ello su lema de campaña “Braden o Perón” resumía el espíritu de los cambios e ideas que vendrían. El interés nacional, la patria y la dignidad de los argentinos con crecimiento real, versus la patria para unos pocos, serviles a los poderes económico-financieros y dominados eternamente por intereses antinacionales.
Perón traía consigo una nueva ideología humanista, nacional y popular, la cual venía a resolver –entre otras cosas- problemas del sector trabajador argentino, sojuzgado por la discriminación y el fraude imperantes durante décadas.
A nivel internacional, el justicialismo no se sometía a los poderosos de entonces. Ni capitalistas, ni comunistas, justicialistas.
“La Nueva Argentina” de la tercera vía buscaba ser económicamente libre, socialmente justa y políticamente soberana; un peligroso ejemplo para la región y modelo de liberación para los oprimidos del mundo. No queríamos ser el patio trasero de nadie.
En el plano interno, Perón comprendió que los trabajadores sindicalizados debían fortalecerse como columna vertebral del país, para su crecimiento y enriquecimiento autogestionado. El Estado actuaría como un árbitro justo entre éstos y las patronales, garantizando así acuerdos beneficiosos para ambos, haciendo que cada uno se realizara conforme su función social, sin avasallar el derecho del otro. Era una política inteligente de complementación estratégica, de empatía y sentido común, no de meros enfrentamientos, destinada a beneficiar al conjunto de los argentinos.
Líder popular, estratega, estadista, visionario, ser humano al fin con sus defectos y virtudes, Perón completó su exitosa fórmula política con una mujer salida del pueblo, leal y positivamente transgresora.
Eva Perón entendió –con su natural inteligencia-, que éste singular argentino venía a revolucionar el país con una prédica doctrinaria inédita, centrada en el hombre, en sus necesidades y aspiraciones, actuando en el marco de una comunidad organizada.
Esa joven mujer fue mucho más que la conquista del voto para sus congéneres o el “puente de amor” entre Perón y su pueblo. Fue la mística y fuerza vital de ese movimiento nacional sin precedentes. Auto declarada fanática de esa cruzada. Sólo a ella le quedó tan bien ese rasgo personal descalificado por sus “odiadores racionalistas”.
Con ella la justicia social tomó forma en infinidad de derechos sociales y bienes materiales distribuidos con el objetivo de alcanzar “la felicidad del pueblo”.
Aquel justicialismo primigenio buscó –con aciertos y errores- darle al país una realidad superadora, dignificando la vida de los olvidados, socializando sus oportunidades y haciéndoles sentir a todos componentes importantes de un proyecto de país inclusivo. Fue un proceso complejo, como toda revolución, pero no imposible mientras duró.
El miserable golpe del 55 con el bombardeo sobre civiles inocentes, la tortura y muerte de miles de militantes, sumada a la proscripción del justicialismo, pondrían fin al sueño de la “Argentina Potencia”, hundiéndonos nuevamente en el atraso humano y material.