Tabaquismo y Covid-19

Publicado: 08 sep 2020
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El Covid-19 es una enfermedad infecciosa que ataca principalmente los pulmones.

El tabaquismo deteriora la función pulmonar, lo que dificulta que el cuerpo luche contra cualquier enfermedad. 

En Argentina, se estima que 44.000 personas mueren cada año por enfermedades relacionadas con el consumo de tabaco, lo que equivale al 13 por ciento de las defunciones anuales.

Los datos de investigación disponibles hasta la fecha parecen indicar que los fumadores tienen un mayor riesgo de desarrollar síntomas graves y de fallecer a causa de la Covid-19.

Un dato para destacar es que, en la Ciudad, las causas de muerte que afectan a más del 70 por ciento de la población son las enfermedades cardiovasculares, las respiratorias y los tumores.

Durante el aislamiento 4 de cada 10 fumadores reconocieron haber aumentado el consumo de tabaco; aumentando de esta manera las probabilidades de complicaciones en los pulmones.

 

La OMS evalúa constantemente los estudios recientes, incluidos aquellos en los que se examina la relación entre el consumo de tabaco, el consumo de nicotina y la COVID-19.

La OMS insta a investigadores, científicos y medios de comunicación a ser prudentes y evitar difundir la idea no probada de que el tabaco o la nicotina podrían reducir el riesgo de padecer COVID-19.  Actualmente no hay información suficiente para confirmar ningún vínculo entre el tabaco o la nicotina y la prevención o el tratamiento de esta enfermedad.

Los tratamientos de sustitución con nicotina, como los chicles o los parches, están pensados para ayudar a los fumadores a dejar de fumar. La OMS recomienda a los fumadores intentar dejar de fumar lo antes posible mediante métodos de eficacia comprobada, como líneas de atención telefónica gratuitas para ese fin,  programas que se basan en mensajes de texto por móvil o tratamientos de sustitución con nicotina.

A los 20 minutos de dejar de fumar se reducen la tensión arterial y la frecuencia cardíaca elevadas. A las 12 horas, el nivel de monóxido de carbono en el torrente sanguíneo vuelve a la normalidad. A las 2-12 semanas, mejoran la circulación y la función pulmonar.

A los 1-9 meses se reducen la tos y la disnea.

La OMS subraya la importancia de realizar estudios sistemáticos, de gran calidad y éticamente aprobados que contribuyan a mejorar la salud individual y pública, e insiste en que promover intervenciones no probadas puede tener un efecto negativo en la salud.