Toma de tierras en Lugano
El abandono del predio ubicado en Cruz y Pola, lindero a la Villa 20 fue ocupado por vecinos que se hacinan en cuartos alquilados pagando 1200 pesos por mes.
La parcela de diez metros por diez es uno de los casilleros en que quedó dividido el terreno de unas quince hectáreas y tomado desde anoche por unas 300 familias, casi todos vecinos de la Villa 20.
La toma empezó alrededor de las 19 del lunes y fue detectada por una patrulla de Gendarmería. Efectivos de esa fuerza esperaron en vano una orden judicial para desalojar: ni el fiscal ni la Policía Metropolitana se hicieron presentes en el lugar hasta ayer a la mañana.
El reclamo es el mismo de siempre: la construcción de viviendas o un terreno donde construir. Esta es una de las grandes deudas de la gestión PRO. No hubo acuerdo y el juez convocó a una nueva audiencia.
Hay que lamentar un muerto, Osvaldo Soto. Según refieren los ocupantes, Soto intentó prender una fogata en medio de la toma. Otro hombre le dijo que no lo hiciera, hubo una discusión y finalmente le disparó. Al parecer, fueron tres tiros. Después del homicidio, el atacante fugó y hasta aún no fue identificado.
El terreno hace ocho años se había despejado de autos judicializados y quedó libre, aunque severamente contaminado con plomo. Una orden judicial obligaba al gobierno porteño a remediar el suelo; una ley sancionada en 2005 (la 1770) ordena destinar ese lugar a la urbanización de la Villa 20. Nada de eso se cumplió.
Algunas de las familias participaron de la toma del Indoamericano en diciembre de 2010 pero los convencieron de retirarse y abandonar la toma a cambio de la promesa de una pronta solución habitacional. Les dieron un papel firmado y pasaron tres años y no hicieron ni una vivienda.
El terreno tomado está cerrado por una empalizada de chapas y alambrado, y un muro de ladrillos grises lo separa de otro predio que todavía ocupa la Policía Federal. Los cuadrados ocupados están demarcados con estacas y cintas de plástico, algunas amarillas del Gobierno de la Ciudad. En algunos lotes se levantan carpas de tela; en otros, una chozas cónicas de cañas, autóctonas del predio; en la mayoría, apenas una lona o una chapa para pasar la noche a la intemperie.
“Salimos pacíficamente si nos dan solución de vivienda”, dice una pancarta en el precario acceso a la toma.