«Curar» el Mate

Publicado: 13 ago 2025
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En Argentina, tomar mate es mucho más que un hábito: es un acto cultural, una pausa, una compañía.
Pero hay un paso previo —y muchas veces pasado por alto— que puede hacer la diferencia en la experiencia: curar el mate.
Aunque parezca un simple ritual tradicional, hacerlo correctamente puede mejorar el sabor de la infusión, prolongar la vida útil del recipiente y evitar problemas de higiene.
Curar un mate (especialmente si es de calabaza o madera) es un proceso que permite sellar los poros del material, eliminar restos vegetales que puedan fermentar y prepararlo para su uso. En otras palabras, es como “pretemporada” para el mate: una etapa de adaptación antes de empezar a compartir.
Aunque circulan muchos métodos, el proceso recomendado para mates de calabaza es simple:
  1. Lavar el interior con agua caliente (sin jabón) para quitar restos de polvo o cáscara.
  2. Llenarlo con yerba usada húmeda (no nueva) y un poco de agua tibia.
  3. Dejarlo reposar entre 24 y 48 horas.
  4. Retirar la yerba, raspar suavemente el interior con una cuchara (si fuera necesario) y enjuagar solo con agua.
  5. Repetir el proceso una o dos veces más, especialmente si el mate es nuevo o tiene mucha fibra interna.
En el caso de los mates de madera, algunos optan por untar el interior con una fina capa de aceite comestible (como oliva o girasol) antes de usarlo, para hidratar y sellar la superficie. En cambio, los mates de vidrio, cerámica o acero inoxidable no requieren curado.
Mitos comunes
  • Hay que hervir el mate para curarlo”: Falso. El calor extremo puede dañar la calabaza o deformar el recipiente.
  • “Cuanto más se raspa, mejor”: Tampoco. Un raspado excesivo puede debilitar las paredes internas del mate o generar microfisuras donde proliferen bacterias.
  • “Curar con manteca o grasa es lo mejor”: No se recomienda. Estos métodos pueden dejar residuos grasos difíciles de quitar y propensos a generar hongos.
¿Por qué conviene curarlo?
  • Mejora el sabor: un mate curado no aporta sabores amargos o a humedad.
  • Evita fermentaciones: elimina restos orgánicos que pueden alterar la yerba.
  • Prolonga su vida útil: reduce el riesgo de grietas, moho y deterioro prematuro.
  • Favorece la higiene: un mate bien curado es más fácil de limpiar y mantener.
Curar el mate no es solo una cuestión de tradición; es una manera de cuidar lo que tomamos, de respetar el material natural y de preservar una costumbre que atraviesa generaciones. Como todo en la salud y en la vida cotidiana, a veces los pequeños gestos como dedicarle un par de días al curado de un mate nuevo pueden tener un impacto duradero en la experiencia… y en el sabor.