Murió José «Pepe» Mujica.
Murió José <Pepe> Mujica, el expresidente de Uruguay y una figura referencial de los partidos de izquierda de ese país, este martes a los 89 años, en su casa de Rincón del Cerro.
Desde hace algunos meses, el exmandatario enfrentaba un cáncer terminal de esófago. «Sinceramente, me estoy muriendo» había confesado, tiempo atrás. Pesar en el arco político mundial por su partida.
La noticia de la muerte de Mujica fue dada por Yamandú Orsi, actual presidente de Uruguay e íntimo amigo del referente de la izquierda de ese país. A través de un tuit en su cuenta oficial de X, el mandatario expresó su profundo dolor por la partida del referente político.
«Te vamos a extrañar mucho Viejo querido» posteó Orsi en sus redes sociales.
En enero pasado, «Pepe» Mujica había hecho público que padecía de un tumor que se había extendido a otros órganos, en una etapa avanzada de metástasis para su edad, y debido a su condición octogenaria no era posible continuar con tratamientos agresivos para su recuperación.
«Sinceramente, me estoy muriendo. Y el guerrero tiene derecho a su descanso» había confesado el expresidente de Uruguay, al dar a conocer la noticia públicamente, donde reveló además que «no me cabe ni un tratamiento bioquímico ni la cirugía porque mi cuerpo no lo aguanta«.
Militante vitalicio, guerrillero tupamaro, legislador, ministro, segundo presidente de izquierda del país y figura que trascendió fronteras.
Su prédica de la austeridad y su capacidad de comunicación lo llevaron a tener reconocimiento mundial, incluso siendo catalogado como «el presidente más pobre del mundo». Fue uno de los grandes nombres de la izquierda uruguaya junto a Líber Seregni, Tabaré Vázquez y Danilo Astori, entre otros.
Antes de llegar a la presidencia de Uruguay en 2010, Mujica pasó 13 años en prisión, sin contacto con el mundo exterior, como parte de una estrategia del régimen militar para silenciar a los líderes del movimiento guerrillero Tupamaros.
Durante su reclusión entre 1972 y 1985, el exmandatario soportó condiciones extremas que deterioraron su salud física y mental.
No tuvo acceso a libros, permaneció aislado por largos periodos y estuvo privado de luz solar. Su historia de resistencia es un capítulo central de la memoria reciente de Uruguay.
Se unió en la década de 1960 al Movimiento de Liberación Nacional-Tupamaros, una agrupación guerrillera urbana que surgió como respuesta a la crisis económica y a la represión institucional. La organización buscaba transformar el sistema político mediante acciones armadas.
Los Tupamaros protagonizaron asaltos, secuestros y operaciones simbólicas que desafiaron al poder establecido.
El gobierno uruguayo, que entonces enfrentaba una creciente inestabilidad, consideró al grupo como una amenaza directa a la seguridad del país. Mujica fue arrestado por primera vez en 1970. Escapó, fue recapturado en 1971 y volvió a fugarse.
En 1972, fue capturado por tercera vez, y desde entonces permaneció detenido por 13 años, bajo custodia de las fuerzas armadas.
Durante ese tiempo, el régimen militar mantuvo a Mujica y a otros ocho tupamaros como “rehenes”, con la amenaza de ejecutarlos si el movimiento retomaba las armas. Esta medida fue una forma de presión para desactivar la lucha armada, al tiempo que buscaba quebrar la voluntad de sus líderes.
En un discurso pronunciado en 2020 en el Senado uruguayo, Mujica describió algunos de los tratos que recibió: “Estar seis meses atado con alambre con las manos en la espalda; irme de cuerpo por no poder aguantar en un camión y estar ahí dos días o tres; estar dos años sin que me llevaran a bañarme y tener que bañarme con un frasco, con una taza de agua y un pañuelo”. Estas condiciones afectaron severamente su salud, tanto física como psicológica.
A pesar de la brutalidad del encierro, Mujica sobrevivió y, tras la restauración democrática en 1985, recuperó la libertad junto con otros presos políticos. Su caso se convirtió en un símbolo de resistencia frente al autoritarismo y el abuso de poder en Uruguay.
Tras salir de la cárcel, José Mujica renunció a la vía armada y se sumó al proceso democrático del país.
Fue uno de los fundadores del Movimiento de Participación Popular (MPP), integrado al Frente Amplio, una coalición de izquierda que aglutinó a diversos sectores progresistas.
Su carrera política se consolidó rápidamente. En 1994 fue electo diputado, luego senador, y en 2005 fue designado como ministro de Ganadería por el presidente Tabaré Vázquez.
En 2010 alcanzó la presidencia de Uruguay, cargo que ocupó hasta 2015.
Durante su mandato, se destacó por su estilo sobrio, su discurso en favor del consumo responsable y su política centrada en la equidad social.
Tras su gestión de cinco años, Mujica volvió al Senado, pero renunció a su banca en 2020 en plena pandemia de coronavirus.
Desde entonces se refugió en su chacra, junto a su esposa, aunque siguió siendo uno de los políticos más influyentes del país.
“Sí, yo estoy cansado, pero esto no para hasta el día que me lleven en un cajón o cuando sea un viejo lelo”, aseguró.
“Pertenezco a una generación que quiso cambiar el mundo, fui aplastado, derrotado, pulverizado, pero sigo soñando que vale la pena luchar para que la gente pueda vivir un poco mejor y con un mayor sentido de la igualdad”, dijo Pepe.
Más allá de cualquier debate ideológico sobre su pensamiento, su gestión de gobierno y su pasado en armas, Mujica fue, es y será uno de los mayores símbolos de la política uruguaya y una de las principales figuras de la izquierda latinoamericana de las últimas décadas.
Nadie se atrevería a cuestionar hoy su honestidad y, sobre todo, la esencia que guio todos sus actos, ese estilo campechano y sobrio que lo hizo ser consecuente con sus ideas y rechazar cualquier cambio en su vida austera en una chacra sencilla y alejada de las luces del centro, aun siendo el presidente de la República y siempre acompañado por su compañera de lucha y de vida, Lucía Topolansky.
Fue uno de los pocos presidentes latinoamericanos que salió de la presidencia más pobre de lo que entró.