80 Años del Día de la Victoria.

Publicado: 09 may 2025
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En las primeras horas del día 9 de mayo de 1945 para los territorios de la Unión de Repúblicas Socialistas Soviéticas, últimas horas del 8 de mayo en la Europa Central, la Alemania Nazi firma su rendición y con ello la Segunda Guerra Mundial comienza a llegar a su fin.

Por el rol protagónico de la URSS, el «Día de la Victoria quedará fijado para el 9 de mayo, cumpliéndose hoy 80 años.

 

El 30 de abril de 1945, Adolf Hitler se pegó un tiro junto a su mujer en un búnker alemán.

La muerte del dictador marcó el principio del fin de la Segunda Guerra Mundial, pero pasaría al menos una semana hasta que la Alemania nazi rindiera los restos de su Ejército a las fuerzas aliadas.

El armisticio se firmó –quejas soviéticas mediante– dos días diferentes, en dos ciudades diferentes y hoy se celebra, también, en fechas distintas en función del país.

La imagen de Alemania capitulando ante las fuerzas occidentales en Francia, sin una fuerte representación soviética, no era beneficiosa para la URSS, que había sufrido 20 de los 60 millones de muertos de la guerra.

 

Tercera y última página del documento de la rendición alemana firmado en Berlín el 9 de mayo de 1945.

Stalin utilizó la cláusula de la firma para organizar su propio acto en Berlín. Aquel eco del tratado, que se firmó ante el mariscal del Ejército Rojo Georgi Zhúkov celebraba por primera vez la victoria soviética sobre la Alemania nazi en lo que se convertiría en tradición, la efeméride por excelencia de la URSS y después de Rusia, el Día de la Victoria.

 

 

El 9 de mayo, se firmó la paz definitiva. Recién habían conquistado Berlín, después de todo, y dispersaban a los remanentes del gobierno nazi. Adolf Hitler, líder alemán, se había suicidado en su búnker el 30 de abril. No quedaba nada estable de su Tercer Reich, que debía durar mil años.

Por supuesto, ni cesó el combate ni era posible sentirse totalmente en calma. Alguna resistencia quedaba y habría disenso, combates aislados y el confuso camino a la normalidad. En Asia, quedaban horrores por revelarse, como la bomba atómica.

Pero en las calles de París, por unos días, se podía respirar de nuevo, para tomar aire y cantar La Marsellesa.

Faltaba mucho. Faltaban cuerpos por regresar a casa para su sepultura. Quedaban frentes abiertos por todo el mundo. Todavía no se conocía la magnitud del sufrimiento que había implicado la guerra para millones de personas en los campos de concentración. El mundo estaba por cambiar dramáticamente.

 

 

 

 

 

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