75 Años del Primero de los Triunfos Peronistas.
Hace justo 75 años, Juan Domingo Perón vencía por primera vez en las elecciones presidenciales y junto a su segunda esposa, la emblemática Evita, comenzó a forjar un movimiento que cambió para siempre el devenir de Argentina.
Ahora, tres cuartos de siglo después y multitud de idas y vueltas de la historia, el peronismo sigue marcando a fuego el escenario político.
«Perón está muerto, pero vivo como posiblemente nunca antes lo haya estado en millones de corazones», cuenta Lorenzo Pepe, histórico dirigente sindical ferroviario y exdiputado, quien a sus 89 años recuerda como si fuera hoy sus conversaciones con el viejo líder cuando le visitó en su largo exilio en Madrid.
El veterano político, que es secretario general del Instituto Nacional Juan Domingo Perón, tiene claro cuál es la principal herencia que dejó quien presidiera el país entre 1946 y 1955 y de 1973 hasta su muerte el 1 de julio de 1974: «la justicia social y la igualdad de oportunidades».
Pero también la gratuidad de las universidades públicas -«hoy el hijo del zapatero remendón que quiere ser abogado y tiene vocación para serlo, lo puede hacer», asevera- o el impulso de Evita a la aprobación del voto femenino en 1947, que hizo que las de 1946 fueran las últimas presidenciales en que se vetó a la mujer.
El 24 de febrero de 1946, el triunfo electoral de Perón confirmó la popularidad que venía forjando entre las clases obreras por el trabajo en pro de los derechos sociales y laborales que realizó como secretario de Trabajo de la dictadura que gobernaba desde 1943, lo que ya había llevado a miles de personas, el 17 de octubre anterior, a exigir en las calles su liberación tras cinco días arrestado por sus opositores militares.
Para el historiador Felipe Pigna, la victoria -con el 52,84 % de votos- «desconcertó porque era una figura que venía por fuera de la política, porque era un militar».
«La asimilación de Perón a algunas de las figuras de los totalitarismos europeos era bastante fácil de hacer pero en realidad había diferencias muy notables. A diferencia del fascismo, por ejemplo, Perón va a promover permanentemente un protagonismo muy importante de la clase obrera, y nunca va a querer apartarse, por lo menos formalmente, de las normas democráticas», agrega.
Perón, con el Partido Peronista, después llamado Justicialista, representaba una realidad más alineada, según el estudioso, con movimientos nacionalistas populares latinoamericanos como el del mexicano Lázaro Cárdenas.
«Plantea la equidistancia (tercera posición) entre lo que define como el imperialismo soviético y el norteamericano, que había que tener una posición equidistante, que los dos eran dañinos. El justicialismo era una especie de péndulo que tomaba lo que podía rescatarse de cada uno de estos elementos dominantes en aquel momento», enfatiza.
A la llegada de Perón al poder, a pesar de la desigualdad social y de arrastrar años de convulsión política, Argentina tenía una economía boyante, con holgadas reservas de oro y divisas fruto de la venta de alimentos a países beligerantes de la Segunda Guerra Mundial.
«Todo eso se usó de alguna manera para transformar un aparato productivo añejo, porque Argentina tenía hasta 1946 prácticamente un modelo básicamente agroexportador», indica Pigna.
El documentalista y productor de cine Enrique Pavón Pereyra, hijo del biógrafo oficial de Perón, del mismo nombre, cree que el general hizo la «revolución social» más grande de Latinoamérica y entendió a «un pueblo necesitado y oprimido por los poderes de turno».
«A mi padre le comentó: ‘hicimos la revolución francesa pero sin derramar una gota de sangre’. Nos basamos en una doctrina que tenía como banderas la justicia social, la independencia económica y la soberanía política», señala a Efe el hijo de quien publicó más de 30 libros sobre el general.
Pero aunque el modelo peronista de redistribución de la riqueza, con la defensa del mercado interno y el control estatal de la economía tuvo éxito en el primer mandato, todo cambió en el segundo.
Reelecto Perón en 1951, la muerte de Evita, la «abanderada de los humildes», a los 33 años por cáncer, fue un golpe que se sumó a una economía aún muy dependiente del agro que se vio resentida por dos malas cosechas y las diferencias con EEUU, que prohibió que las divisas enviadas a Europa por el Plan Marshall se usaran para comprar granos y carnes argentinas.
En 1955, un golpe militar mandó a Perón al exilio y persiguió a sus seguidores. Y el peronismo estuvo casi dos décadas proscrito, lo que enraizó un amor-odio que aún dura.
«Hubo gente presa, perseguida, cierre de periódicos, etc… No se puede olvidar esto y no se puede olvidar que fue el movimiento que cambió la vida para siempre a mucha gente, altamente benéfico en términos sociales y de salud», añade.
El historiador no coincide con quienes piensan que el peronismo es el responsable histórico de los problemas que tiene Argentina, al subrayar que en estos 75 años el país tuvo también Gobiernos con «modelos neoliberales altamente nocivos, entre ellos varias dictaduras».
Tras su exilio en diversos países, principalmente en España, el general pudo regresar definitivamente a Argentina en 1973 y ganó de nuevo las elecciones en una época marcada por la maltrecha economía y la violencia de los grupos guerrilleros.
Su muerte, en 1974 a los 78 años, elevó al poder a ‘Isabelita’, su tercera esposa y hasta ese momento vicepresidenta, que fue incapaz de controlar la situación y calmar los enfrentamientos entre la derecha y la izquierda del movimiento.
El golpe de 1976 desencadenó la última dictadura, que duró hasta 1983, año desde el que el peronismo ha gobernado en varios periodos con sus diversas corrientes, ahora con Alberto Fernández.