Día Nacional del Derecho a la Identidad.
Se cumplen 46 años del camino iniciado por las Abuelas de Plaza de Mayo en su búsqueda por recuperar la identidad de niños y niñas apropiados durante la última dictadura militar.
En un nuevo aniversario rendimos homenaje a las Abuelas por su lucha ininterrumpida por la Memoria, la Verdad y la Justicia que iniciaron el 22 de octubre de 1977 una lucha ininterrumpida, impulsada por el amor y la búsqueda de memoria, verdad y justicia, y que ha logrado restituir hasta ahora 133 identidades.
Son casi 300 los/as nietos/as que faltan. Las Abuelas los siguen buscando hoy son adultos/as, entre 40 y 45 años de edad. También buscan a sus bisnietos/as que, como a sus padres, les ha sido vulnerado su derecho a la identidad. Con esta finalidad trabaja este organismo, además de contribuir a crear las condiciones para que nunca más se repita esta terrible violación de los derechos de los niños y de las niñas y exigir castigo a todos los responsables de estos gravísimos delitos.
La lucha de las Abuelas construyó un camino para conquistar un derecho que es de todos y todas. Este delito impactó a nivel colectivo. La sociedad en su conjunto fue víctima del terrorismo de Estado, sus marcas persisten hasta hoy y hacer justicia por los/las desaparecidos/as, así como saber qué paso con cada niño/a es parte del proceso de memoria, verdad y justicia colectivo.
Gracias a la lucha de las Abuelas, en noviembre de 1989 fueron incorporados a la Convención de los Derechos del Niño los artículos N°7, 8 y 11 para garantizar en todo el mundo el Derecho a la Identidad.
Desde el nacimiento, todas las personas tenemos derecho a tener una identidad. La identidad en términos jurídicos incluye tener un nombre, un apellido, una fecha de nacimiento, un documento de identidad, un sexo y una nacionalidad determinados. Es la confirmación de la existencia de una persona como parte de una sociedad, como individuo que forma parte de un todo colectivo; es lo que la caracteriza y la diferencia de las demás.
La identidad es un proceso dinámico y complejo que se construye, reafirma y reestructura a lo largo de toda la vida de las personas y se configura a partir de múltiples experiencias y procesos de socialización. Construimos nuestra identidad a través de las relaciones con los y las otros/as: dentro de una familia, una comunidad, una nación, y a partir de características como la filiación (ser hijo/a de), el género, la etnia, las opciones culturales, religiosas y políticas, entre otras. También se relaciona con las diferencias de pensamiento, creencias o sentimientos. Por tal motivo, la identidad no es algo fijo o estanco, sino que se va modificando y entretejiendo a lo largo de vida. Alude más a múltiples identificaciones que realiza un sujeto, que a una estructura cristalizada y permanente de modos de ser.
Si bien la cuestión de la identidad excede su consideración como derecho, resulta muy importante reconocer la trascendencia histórica y social que la construcción del derecho a la identidad tiene en la Argentina y en el mundo, considerando también otras demandas que este derecho habilita a pensar, como cuestiones étnicas o de género. Se trata de un derecho que ha sido consagrado internacionalmente en buena medida por el trabajo y la lucha de las Abuelas de Plaza de Mayo.
En numerosos Centros Clandestinos de Detención como la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), Campo de Mayo y Pozo de Banfield funcionaron -como parte del despliegue del terrorismo de Estado-, maternidades clandestinas, incluso con listas de matrimonios en “espera” de un nacimiento. Se estima que unos 500 hijos e hijas de desaparecidos fueron apropiados por las fuerzas represivas. Algunos/as niños/as fueron entregados/as directamente a familias de militares o de las fuerzas de seguridad, otros/as abandonados/as en institutos como NN, otros/as vendidos/as. Esto fue posible con la complicidad con funcionarios de la justicia y de la salud. En todos los casos les anularon su identidad y los privaron de vivir con sus legítimas familias, de sus derechos y de su libertad.
Este hecho histórico puso en evidencia que el derecho a la identidad debía ser explicitado para que fuera considerado un derecho humano fundamental, y por lo tanto, una responsabilidad de los estados garantizarlo.