Eterno Pepe Soriano.

Publicado: 14 sep 2023
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Querido y admirado por todos, representante del talento, el compañerismo y la bondad, Pepe Soriano fue uno de los grandes intérpretes argentinos. El actor murió en la tarde del miércoles a los 93 años.

Nacido en el barrio de Colegiales el 25 de septiembre de 1929 bajo el nombre de José Carlos Soriano, actuó desde que era muy chico, como si las cartas hubieran estado marcadas.

“A los 5 años, por un amigo del barrio ingresé en una organización de colegios salesianos llamada Exploradores de Don Bosco, que es como un equivalente a los Boy Scouts, pero con otra formación. Ahí se hacía teatro de niños, que lo dirigía un cura, y hacíamos papelones para la familia”, relató hace poco.

Su primer protagónico en la pantalla grande le alcanzó para que todos conocieran su enorme talento: en Tute Cabrero (1968), la ópera prima de Juan José Jusid, en la que compartió cartel con Luis Brandoni y Juan Carlos Gené, sobre un guión de Roberto Cossa, demostró su fina sensibilidad para transmitir la angustia humana. Luego de acreditar su enorme capacidad actoral en Juan Lamaglia y señora (1970), Soriano supo llevar con justeza el protagónico de Las venganzas de Beto Sánchez (1973), en esa recordada catarsis descontrolada del protagonista contra quienes lo convirtieron en lo que es. Ese papel en el largometraje de Héctor Olivera contribuyó para que al año siguiente el director lo convocara para hacer al alemán Schultz en La Patagonia rebelde, la película icónica del cine argentino basada en el magistral libro de Osvaldo Bayer.

 

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Tras ser parte de Los gauchos judíos, Soriano atravesó la dictadura resistiendo y trabajando: en el cine hizo películas como No toquen a la nena, Sentimental, Pubis angelical, La invitación, pero fue su interpretación de la anciana que no para de comer en la adaptación cinematográfica de La nona (1979) cuando alcanzó una enorme popularidad.

 

 

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La repercusión que tuvo la clásica tragicomedia del cine nacional, dirigida por Olivera y con guión de Cossa, no le impidió sin embargo alejarse de las grandes luces para girar por todo el país con El loro calabrés, un unipersonal en el que contaba parte de su vida y que con interrupciones presentó por más de cuatro décadas. El unipersonal fue una manera de hacer una suerte de exilio interno, pero no la única que asumió: Soriano fue uno de los fundadores de Teatro abierto, el movimiento cultural contra la dictadura que en 1981 nucleó a un grupo de artistas como Osvaldo Dragún, Luis Brandoni, Oscar Viale, Jorge Rivera López y Gonzalo Núñez, apoyados por Adolfo Pérez Esquivel y Ernesto Sábato.

El regreso a la democracia también lo iba a tener al frente de unja de las películas mas representativas de la época: Asesinato en el Senado de la Nación, el film de Juan José Jusid donde interpretó a Lisandro de la Torre. Funes, un gran amor, Una sombra ya pronto serás, Mi primera boda, El último tren, Lugares comunes, Cóndor Crux y Cohen vs. Rossi fueron algunas de las películas en las que participó.

En el teatro, El loro calabrés fue su gran creación, oficiando desde 1975 como autor, director y actor, recibiendo el aplauso y los abrazos calurosos de los espectadores en todas las provincias argentinas en las que presentó la obra en una suerte de ritual humano que, tal vez, expresó su esencia.

Actor de raza y sin prejuicios, Soriano tuvo un largo recorrido en la pantalla chica. Desde La familia Falcón hasta Alta comedia, pasando por El tobogán, de Jacobo Langsner, Nosotros, de Agustín Alezzo, RRDT o La leona, el actor supo adaptarse a las exigencias y lógicas televisivas sin por eso dañar su instrumento.

Comprometido con su tiempo pero también con su oficio, Soriano no dudó en dedicarle los últimos años de su vida a sus compañeros y compañeras, al aceptar presidir Sagai, la sociedad de gestión y administración de derechos de propiedad intelectual de actores, actrices, intérpretes de voz, bailarines y bailarinas. Un trabajo sindical con el que intentó ayudar a quienes no pueden vivir de la actuación, con formación, cursos y también una contraprestación económica por la difusión pública de sus obras.

Desde aquellos primeros pasos bajo la tutela de Cunill Cabanellas hasta sus últimos días, Soriano nunca dejó de honrar la actuación.

No le importaba si lo llamaban para la televisión, el teatro o el cine, la comedia o el drama, un papel protagónico o uno secundario: siempre encaró los papeles con profesionalismo y don de gente, sin importar trayectorias ni carteles. Fue un grande que hizo gala de su sencillez con una pasión que ni el paso del tiempo pudo amainar.

El escenario, el set, las locaciones, el gran público, sus compañeros y la actuación van a extrañar a ese hombre para el que la edad fue siempre un capricho del calendario. Eterno Pepe.