Falleció Moseñor Hesayne.

Publicado: 02 dic 2019
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Monseñor Miguel Esteban Hesayne, quien el próximo 26 de diciembre cumpliría 97 años, murió este domingo en Azul, donde residía.

Nació en Azul, provincia de Buenos Aires, el 26 de diciembre de 1922, y fue ordenado sacerdote el 12 de diciembre de 1948 en el seminario San José de La Plata por el entonces arzobispo de La Plata, monseñor Tomás Solari.

El 5 de abril de 1975 el papa san Pablo VI lo eligió obispo de Viedma. Fue ordenado obispo el 4 de junio de 1975 en la catedral de Azul por monseñor Manuel Marengo, obispo de Azul, y los obispos co-consagrantes: monseñor Eduardo Francisco Pironio, obispo de Mar del Plata, y monseñor Miguel Ángel Alemán, obispo de Río Gallegos.

Tomó posesión e inició su ministerio pastoral como tercer obispo de Viedma el 8 de julio de 1975.

Fue uno de los referentes de los Derechos Humanos durante los años de la dictadura militar y fue reconocido su compromiso con los sectores más vulnerables.

Renunció al cumplir 75 años de edad el 28 de junio de 1995. Su lema episcopal es: «Para servir y dar la vida».

Monseñor Hesayne era a la fecha el obispo argentino con más años de ordenación sacerdotal.

Fue uno de los pocos miembros de la jerarquía de la Iglesia católica que denunció durante la dictadura las violaciones a los derechos humanos, junto con Jorge Novak, Jaime de Nevares y Enrique Angelelli.

El 21 de abril de 1977 Hesayne intentó presentar al ministro del Interior de la dictadura, Albano Harguindeguy, de visita en Río Negro, los casos de violaciones a los derechos humanos que se denunciaban en el Obispado.

“Regresé de dicha entrevista angustiado, apenado y embargado de un gran temor por el futuro inmediato de nuestro país”, escribió tres días en una carta dirigida a Harguindeguy.

Hesayne dijo entonces haber comprobado que no se trataba de “errores cometidos por algunos” sino que “desde la alta oficialidad se reniega prácticamente del Evangelio al ordenar o admitir la tortura como medio indispensable”.

También señaló públicamente: “La tortura es inmoral, la emplee quien la emplee. Es violencia y la violencia es antihumana y anticristiana”.

En 2006 fue también uno de los testigos en el juicio por la muerte del obispo Enrique Angelelli, a la que calificó como un “martirio”. Recordó que Angelelli le dijo que estaba siendo perseguido y le manifestó su intención de renunciar porque veía cómo le estaban matando a su ovejas, ya que no podían –o no habían logrado– matarlo a él.

Como obispo integraba la CEA (Conferencia Episcopal Argentina) colaboraba como columnista en la Revista Paz y Justicia dirigida por Adolfo Pérez Esquivel, y concedía numerosos reportajes a la vez que promovía y firmaba solicitadas en los medios de la época junto a personas de la política y la cultura.

Durante su gestión episcopal en Viedma (1975-1995) convocó el primer Sínodo pastoral diocesano (1983-1984), recibió la visita apostólica del papa Juan Pablo II en abril de 1987, y propició la creación de los obispados de Alto Valle y Bariloche.

Hesayne abrazó la Opción Preferencial por los Pobres y pensó la Iglesia y el mundo con los preceptos fundamentales del Concilio Ecuménico Vaticano Segundo, desde el Magisterio de la Iglesia, y con las premisas y categorías de la Teología de Liberación.

Por aquellos años como durante la década de los noventa y los últimos tiempos alzó su voz para reclamar a la dirigencia política y empresaria el recorrido por sendas de justicia social y libertad, en función de la paz; para reintegrar el sentido de servicio, en oposición fundada al modelo neoliberal en apogeo en los noventa en la Argentina; contra los indultos; contra la cultura alienante; y sobre todo para fecundar de valores trascendentes la actividad política –las cartas abiertas que enviara a los presidentes de los últimos 20 años de vida democrática, Raúl Alfonsín, Carlos Menem, Fernando de la Rúa, Eduardo Duhalde, dan cuenta de esta coherencia discursiva y testimonial.

Junto al obispo metodista Aldo Etchegoyen fue miembro fundador de la Asociación Jaime de Nevares, destinada a la formación sociopolítica del laico a nivel nacional. Su mensaje continuó siendo lúcido, frontal, sensato; luminoso, el núcleo de su pensamiento es la inspiración hacia una dimensión política del Evangelio. Y desde el enfoque pastoral y espiritual considera que su misión es el anuncio de esta dimensión profética.

Fue titular de la Cátedra de DDHH de la Universidad Nacional del Centro de la Provincia de Buenos Aires, y en 2001 recibió el Doctorado Honoris Causa por parte de la Universidad Nacional de Río Cuarto. Fue una de las voces protagonistas de la Argentina de los últimos años y una de las máximas expresiones de la Iglesia católica argentina y latinoamericana.

En 2004 recibió junto a la Madre de Plaza de Mayo Olga Aredez el premio Azucena Villaflor, en mérito a su lucha por los Derechos Humanos por parte del Gobierno argentino, de manos de Néstor Kirchner.

Miguel, el Turco, el «padre obispo» como prefería que lo llamaran, fue amigo de sus amigos y solidario con los que, por cualquier motivo, enfrentaban todo tipo de sufrimientos. Lo hizo sin preguntar nunca lo que pensaban, creían o hacían. Y con todos ellos fue solidario, cercano, próximo. Con sentido sacerdotal, pero sobre todo con una enorme calidad humana que se ubicó siempre por encima de coincidencias o diferencias.

 

 

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