Final de la Guerra Civil Española.

Publicado: 01 abr 2024
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«En el día de hoy, cautivo y desarmado el Ejército Rojo, han alcanzado las tropas nacionales sus últimos objetivos militares. La guerra ha terminado”. El histórico parte firmado por el general rebelde Francisco Franco el 1 de abril de 1939 ha sido considerado desde aquel día el punto y final de la Guerra Civil Española.

 

La Guerra Civil Española comenzó el 17 de julio de 1936, cuando los generales Emilio Mola y Francisco Franco iniciaron una sublevación para derrocar a la República elegida democráticamente. Los esfuerzos iniciales de los rebeldes Nacionalistas por instigar revueltas militares en toda España solo se lograron parcialmente. En áreas rurales con una fuerte presencia política derechista, los confederados de Franco generalmente ganaron. Ellos asumieron rápidamente el poder político e instituyeron la ley marcial. En otras áreas, particularmente en ciudades con sólidas tradiciones políticas izquierdistas, las revueltas se toparon con una fuerte oposición y a menudo fueron mitigadas. Algunos oficiales españoles siguieron leales a la República y se negaron a unirse a la sublevación.

 

Dentro los primeros días de la sublevación, la República y los Nacionalistas pidieron ayuda militar extranjera. Inicialmente, Francia se comprometió a apoyar la República española, pero pronto se retractó de su oferta para perseguir una política oficial de no intervención en la guerra civil. Gran Bretaña rechazó inmediatamente el llamado de ayuda de la República.

Enfrentando una posible derrota, Franco pidió ayuda a la Alemania Nazi y a la Italia Fascista. Gracias a su apoyo militar, Franco pudo transportar por aire a las tropas de Marruecos español a tierra firme para continuar su ataque a Madrid. Durante los tres años que duró el conflicto, Hitler y Mussolini proporcionaron apoyo militar crucial al Ejército Nacionalista Español.

 

La lucha, tan cruel como suelen ser las guerras entre hermanos, se libró durante tres dramáticos años. La Sociedad de las Naciones mostró su impotencia. Las llamadas democracias occidentales, Francia, Gran Bretaña y los EEUU, no se sintieron moralmente obligados a ayudar a esta democracia popular y siguieron una política de “no intervención”.

En la Argentina, en plena Década Infame, millones de pesos de entonces se juntaron en festivales, rifas y funciones de teatro para las armas y los estómagos de la República española. Y hacia allí fueron españoles y argentinos a defender valores universales, como la libertad, la solidaridad y la dignidad. Uno de ellos, Raúl González Tuñón, fue recibido por su “hermano” Antonio Machado con estas palabras: “Venís desde tan lejos a vivir entre amenazas de balas y obuses fascistas. Muchas gracias”. Machado le agradecía a aquel argentino que había propuesto formar “cerca ya del alba matutina las brigadas de choque de la poesía”.

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La Guerra Civil demostró ser un caldo de cultivo para cometer atrocidades en masa, llevadas a cabo por beligerantes ansiosos por erradicar a sus oponentes ideológicos. Aproximadamente 500.000 personas perdieron la vida en este conflicto. De ellos, aproximadamente 200.000 murieron como resultado de asesinatos sistemáticos, violencia de las turbas, tortura u otras brutalidades.

 

Federico García Lorca apoyaba a la República con toda su alma y su poesía. Fue detenido por los falangistas en su querida Granada. En el expediente levantado por los que vivaban la muerte y mataban la vida, podía leerse que Federico era “un escritor subversivo y un homosexual”. Eso bastó para que aquella madrugada del 19 de agosto de 1936 fuera fusilado junto a un maestro y dos toreros  anarquistas.

Cuando la Guerra Civil terminó en 1939 con la victoria de Franco, aproximadamente 500.000 Republicanos españoles escaparon a Francia, donde muchos fueron colocados en campos de prisioneros en el sur, como Gurs, St. Cyprien y Les Milles.

Después de la derrota alemana de Francia en la primavera de 1940, las autoridades nazis reclutaron a los Republicanos españoles para realizar trabajos forzados y deportaron a más de 30.000 a Alemania, donde aproximadamente la mitad de ellos terminó en campos de concentración. Aproximadamente 7.000 de ellos fueron encarcelados en Mauthausen; más de la mitad de ellos murió en el campo.