Sonarán tambores en la mañana uruguaya por Carlos Páez Vilaró

Publicado: 26 feb 2014
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Carlos Páez Vilaró, que murió ayer a los 90 años en Casapueblo, a unos 15 kilómetros de Punta del Este tendrá su homenaje en Montevideo y el recuerdo eterno de este lado de la orilla.

Vivió con valores humanistas y solidarios.   Nació en Montevideo, Uruguay, el 1º de noviembre de 1923 y ayer se fue definitivamente.

En Buenos Aires  se vinculó al medio de las artes gráficas, como aprendiz de cajista de imprenta en Barracas y Avellaneda. A su regreso al Uruguay, en la década del 40, motivado por el tema del candombe y la comparsa afro-oriental y vinculándose estrechamente a la vida del conventillo “Mediomundo”, entra de lleno a manifestarse en el campo del arte.   Realizó múltiples exposiciones y dejó su sello en monumentales murales. Se volcó a la pintura, escultura, cerámica, cine y literatura de tal manera y con tanta pasión que dejó en cada arte huellas imborrables.

Acababa de cumplir 90 años y de participar de su “última llamada.”  El 14 de febrero pasado –vestido con el típico traje de la histórica comparsa Morenada y un tamboril- recorrió las calles de Montevideo como un candombero más.

En Punta Ballena, Uruguay, tenía su taller en la cúpula mayor de Casapueblo, su “escultura habitable”, modelada con sus propias manos, sobre los acantilados que miran al mar en Punta Ballena. Con esa perseverancia construyó durante casi cinco décadas Casapueblo, su obra más famosa, en Punta Ballena, donde murió ayer después de miles de atardeceres envidiables. En esa casa, que Páez Vilaró definía como una “escultura habitable”, tuvo su taller y montó un museo y un hotel. Eso ayudó a consolidar a Punta del Este como polo turístico.

“Su prolífera vida contribuyó al desarrollo del turismo y la cultura de la región”, señaló ayer Oscar de los Santos, intendente de Maldonado, donde se encuentra Casapueblo, que ayer bajó sus banderas hasta dejarlas a media asta.

Páez Vilaró no se formó en escuelas de Bellas Artes ni de Arquitectura. “Me siento mucho más un hacedor de cosas que un artista, que un pintor, que un escultor. No sé si llego a la altura de un artista”, dijo en 2008 en una entrevista.  Su hijo Carlos Miguel decía a los medios uruguayos: “Hasta el último minuto estuvo laburando y pensando proyectos”.

La tragedia de Los Andes en 1972 tardó 72 días en convertirse en “el milagro de Los Andes” y su hijo Carlos Miguel fue uno de los 16 sobrevivientes de la caída de un avión de la Fuerza Aérea Uruguaya en medio de la cordillera, cuando la cruzaban para disputar un partido de rugby.  Ese fue el episodio con el que demostró la mayor fortaleza de espíritu.   

Esa espera se apoyó, según explicaba Páez Vilaró, en una frase de Walt Withman: “Si no me encuentras enseguida, no te desanimes; si no estoy en aquel sitio búscame en otro. Te espero… en algún sitio estoy esperándote”.