Tortícolis

Publicado: 20 jun 2023
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La palabra tortícolis procede del latín: “tortus” quiere decir “torcido”, y “collis” es cuello.
En la tortícolis se produce una distonía o contractura mantenida de los músculos del cuello, habitualmente del esternocleidomastoideo, aunque también puede estar afectado el trapecio, los escalenos, o el angular de la escápula.
El tono excesivo y anormal de los músculos, con frecuencia de un solo lado, hace que la cabeza tenga una posición anormal.
 

Según la posición de la cabeza, se distinguen distintos tipos de tortícolis:

  • Laterocollis: la cabeza se inclina hacia un hombro.
  • Tortícolis rotacional: la cabeza gira hacia un lado en el eje longitudinal.
  • Anterocollis: la cabeza y el cuello se inclinan hacia delante.
  • Retrocollis: la cabeza y el cuello se extienden hacia atrás.

 

El típico tortícolis secundaria a una  mala postura al dormir es relativamente frecuente, y se suele resolver por sí sola.

Sin embargo, hay formas de tortícolis que pueden afectar ya a niños desde el nacimiento, o a adultos de forma crónica. Estos casos son menos frecuentes; el tortícolis congénito afecta a entre menos del 1% y hasta el 4% de los niños si se incluyen los casos más leves.

El tortícolis congénito y otros problemas asociados en los niños que la padecen puede condicionar problemas diversos en ellos, por lo que deben ser evaluados y tratados desde el inicio del diagnóstico. También en los adultos, cuando un tortícolis se cronifica, independientemente de su causa, los problemas van mucho más allá de “tener el cuello torcido”.

Así, una tortícolis mantenido en el tiempo no es solo un problema por el dolor crónico, sino que además se pueden producir compresiones de los nervios de la zona.
La alteración de la posición de la cabeza supone dificultades para llevar a cabo tareas rutinarias, inhabilitando a la persona, por ejemplo, para conducir. El perjuicio estético puede conllevar dificultades para la socialización, con aislamiento y depresión.