Día Mundial de la Acromegalia.

Publicado: 01 nov 2021
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Cada 1° de noviembre se conmemora el Día Mundial de la Acromegalia.

Es una enfermedad poco frecuente asociada a un tumor benigno en la glándula hipófisis ubicada en el cerebro, que ocasiona un exceso en la producción de hormona de crecimiento y desencadena la acromegalia, de aparición en el adulto, que suele modificar rasgos físicos, y el gigantismo en la infancia y adolescencia.

Los especialistas, en este día, hacen un llamado a identificar los signos de esta enfermedad, porque con su adecuado abordaje se puede llevar una vida normal y prevenir complicaciones como diabetes, enfermedad cardiovascular y trastornos en la fertilidad, entre otras.

Su diagnóstico puede demorar entre 4 y 10 años desde la aparición del primer síntoma.

¿Cuántos pacientes tienen esta enfermedad en Argentina?

Habría cerca de 5/10 casos por cada 100 mil habitantes, lo que permite estimar un potencial de cerca de 4.500 pacientes en nuestro país.

Este aspecto permite considerarla dentro de las enfermedades poco frecuentes (EPOF), con las que comparte demoras diagnósticas y dificultades de acceso a especialistas o a tratamientos.

Se puede controlar adecuadamente en la mayoría de los casos, por eso -al igual que en tantas otras enfermedades crónicas- es importante sospecharla y detectarla a tiempo, para iniciar el tratamiento que corresponda y que el paciente pueda seguir llevando la vida de siempre, sin perder calidad.

Si bien suele no dar síntomas específicos en los primeros años, cuando se manifiesta puede ir produciendo progresivamente cefaleas, fatiga crónica o cansancio, trastornos del sueño, trastornos menstruales en la mujer, disfunción sexual en los varones, dolores osteo-articulares, pérdida del campo visual, hipertensión arterial, infertilidad, miocardiopatía y diabetes.

La acromegalia se origina generalmente por la presencia de un tumor benigno en la hipófisis, que ocasiona la producción excesiva de dos hormonas: la hormona de crecimiento, y consecuentemente la denominada IGF-I (factor de crecimiento semejante a la insulina tipo I).

Los objetivos del tratamiento consisten en detener el crecimiento del tumor, aunque este sea benigno, normalizar las concentraciones de las hormonas que están elevadas por la enfermedad, controlar los síntomas para mejorar la calidad de vida, atender las enfermedades asociadas y prevenir la mortalidad prematura.

Existen 3 formas de tratarla:

 – la cirugía, terapias farmacológicas y radioterapia.

El tratamiento quirúrgico sigue siendo el de elección en la mayoría de los pacientes, aunque los avances en medicamentos en los últimos años han modificado el escenario.

La radioterapia ocupa en la actualidad el último escalón en el esquema terapéutico, quedando reservada para un grupo reducido de pacientes.

Con la remoción quirúrgica del tumor y la indicación de un tratamiento médico posterior (cuando la cirugía no fue curativa) puede llevarse una vida completamente normal.