Frigorífico Lisandro de la Torre, ¡Patria SI Colonia NO!
Los nueve mil obreros del frigorífico y todo el barrio de Mataderos se levantaron durante varios días para enfrentar la entrega, obligando a los sindicatos a llamar a una huelga general.
Solo una enorme represión pudo derrotar la resistencia.
El gobierno de Frondizi dió inconfundibles muestras de alineamiento con Estados Unidos: los contratos petroleros, la Ley de Radicación de Capitales y, a comienzos de enero de 1959, el Plan de Estabilización para cumplir las exigencias del FMI.
Envió al Congreso una Ley de Carnes, que fue votada el 14 de enero. Esta contemplaba la privatización del frigorífico nacional Lisandro de la Torre –fundado en 1923– para vendérselo a la CAP (Corporación Argentina de Productores), un ente mixto controlado por los ganaderos.
Así habilitaba los despidos, el aumento de la explotación y la liquidación de un organismo regulador del precio de la carne.
Era una política destinada a compensar a la burguesía agraria por la eliminación de los subsidios a los productores. Además, Frondizi planificaba su viaje a Estados Unidos con empresarios para “atraer la confianza de los capitales norteamericanos y decidirlos a invertir en el país”.La conflictividad social aumentó. La dirigencia de las 62 Organizaciones Peronistas había impedido hasta ese momento un estallido. Pero en 1959, solo en la Capital Federal, más de 1.400.000 trabajadores estuvieron en huelgas.
Al recibir la noticia del proyecto enviado al Poder Legislativo, los trabajadores se movilizaron al Congreso en defensa del patrimonio nacional, contra la entrega del frigorífico a la empresa privada pero no lograron evitar la sanción de la ley.
En el frigorífico había nueve mil obreros afiliados a un sindicato autónomo con una conducción de las llamadas “duras”. Además de la comisión directiva, funcionaba un cuerpo de delegados por sección y se hacían asambleas periódicas, lo que dio a los militantes de base un rol clave en el conflicto.
El frigorífico era el centro de la vida de Mataderos junto a la actividad del Mercado Nacional por lo tanto cualquier conflicto en el establecimiento, necesariamente afectaba al barrio en su conjunto.
El barrio comenzó a convulsionarse por los acontecimientos. Frente al frigorífico, los oradores de la asamblea proponían ocupar el establecimiento a la hora de iniciación del trabajo o realizar un paro de 24 horas y luego ocupar el frigorífico. Mientras, una delegación de la comisión directiva era recibida por Frondizi, quien se negó a vetar la ley.
Unos ocho mil obreros de la asamblea votaron tomar el establecimiento y permanecer en él, paro por tiempo indeterminado y pedido a las 62 Organizaciones, a los 32 gremios democráticos y otros sindicatos que convocaran a un paro general en apoyo a la lucha.
Los obreros concurrieron al trabajo pero al terminar los turnos, no abandonaron el establecimiento. En los alrededores comenzaban a concentrarse los familiares. La ocupación del Frigorífico, el 15 de enero, por sus trabajadores en contra de la privatización y la huelga general proclamada en apoyo de esta acción, pasó al centro de la escena nacional.
La ocupación y los miles de familiares y vecinos en los alrededores impuso la organización de una serie de tareas: la comida, lugares para dormir, la organización de una posible resistencia en caso de represión, la organización de la solidaridad de los vecinos y comerciantes del barrio, la formación de grupos para el cuidado de las cosas y los animales, tareas de vigilancia, control, mantenimiento del orden y la limpieza, el control y el cuidado de los propios compañeros.
El Gobierno nombró como “negociador” al jefe de la Policía Federal, el capitán Niceto Vega, quien declaró ilegal la huelga y conminó al personal a desalojar el establecimiento.
El 17 de enero, una hora después del plazo, se desencadenó la represión. Durante los días anteriores los frigoríficos norteamericanos que aún trabajaban en el país comenzaron a despedir obreros, como la Swift de Berisso y Armour. Los trabajadores decidieron un paro de actividades.
Mientras las 62 Organizaciones convocaban a una reunión de emergencia y en el frigorífico los obreros colocaban piquetes de guardia en las esquinas, la fuerza represiva sumaba unos dos mil hombres. Un tanque atropella el portón y detrás entra la policía. Seis mil obreros reunidos en el patio empiezan a cantar el himno nacional y a tirar a la policía con todo lo que tenían a su alcance. Los policías desataron la represión con gases lacrimógenos y tiros; el cuarto piso fue desalojado luego de tres horas de resistencia. Finalmente, un contingente de la Gendarmería Nacional ocupó el frigorífico, con un saldo de 95 obreros detenidos y varios heridos.
Dos mil niños del barrio fueron refugiados en la Parroquia San Vicente de Paul. Sin embargo, tras el desalojo violento la resistencia se trasladó al barrio y por varios días participaron el conjunto de los vecinos.
En el plenario de las 62, Vandor llama al paro general. Los otros nucleamientos gremiales acompañaron la medida. El Ejecutivo, momentáneamente en manos del vicepresidente Guido (Frondizi estaba en Estados Unidos), ordena el acuartelamiento de las Fuerzas Armadas.
El comercio de la zona permanecía cerrado, los vecinos usaban colectivos para construir las barricadas, apedreaban los carros hidrantes con adoquines y hacían cortes de energía nocturnos para dificultar la represión: por varios días la policía no entró al barrio.
Entre tanto, el Gobierno allanaba locales del PC, de los principales gremios peronistas y fueron apresados dirigentes gremiales, entre ellos Vandor, tras la declaración del paro. El Gobierno dispuso la aplicación del plan CONINTES [Conmoción Interna del Estado] que determinaba la realización de juicios de civiles por tribunales militares.
Desde el principio de la huelga general, la zona de La Plata, Berisso y Ensenada, principal enclave de los frigoríficos extranjeros y con una concentración de obreros elevada, fue declarada “zona militar” y custodiada por tropas del Ejército.
Desde Estados Unidos, Frondizi alentaba la idea de que la huelga era un plan subversivo alertando sobre el peligro de un golpe militar.
El paro general fue levantado por la burocracia sindical el día 22, no por los trabajadores que lo habían convocado, quienes nunca dieron marcha atrás con esa decisión.
Durante el mes de febrero se reanudaron las tareas en el establecimiento con gente contratada fuera del plantel del frigorífico.
El 20 de febrero fue detenido Sebastián Borro, uno de los principales dirigentes de la huelga. A fines de febrero solo tres mil obreros trabajaban en el frigorífico. Con cinco mil despedidos, el Gobierno anunció, a mediados de 1960, que se había efectivizado la venta a la CAP, que se hizo cargo del control del frigorífico ese año.
La huelga del Lisandro de la Torre ha quedado en la memoria de la resistencia obrera: los combativos métodos de lucha, la ligazón del frigorífico con el barrio y la extensión de la lucha, la amplia solidaridad generada, el alto impacto social logrado, fueron elementos que la convirtieron en un hito.
La «derrota» de los trabajadores del frigorífico se utilizó en aquel momento como amenaza disciplinadora al conjunto de los trabajadores.