A 36 Años del «Vuelo Final» de Alberto Olmedo

Publicado: 05 mar 2024
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Nació pobre, en el humilde barrio Pichincha en Rosario, el 24 de agosto de 1933.

Lo crio su madre, Matilde Olmedo, quien abandonada por su pareja pasó a ocupar los roles de madre y padre al mismo tiempo, trabajando incansablemente para que su hijo pudiera tener techo, comida y educación.

Fue en el año 1947 cuando aún muy joven Alberto realiza su primer acercamiento a la actuación, participando en algunas obras del teatro La Comedia, de su ciudad natal, a la vez que se suma a la agrupación artística vocacional La Troupe Juvenil Asturiana.

En el año 1954 toma una decisión que cambiaría por completo el rumbo de su vida: decide viajar a Buenos Aires para probar suerte. Una vez allí, se incorpora como switcher en Canal 7, mientras intenta generar contactos para lograr la posibilidad que tanto ansiaba.

Fue en la fiesta de fin de año de 1955 que Olmedo consigue tener una oportunidad para demostrar su talento, realizando una improvisación cómica ante todos los asistentes al evento. El entonces interventor del canal, Julio Bringuer Ayala, quedó sorprendido por el joven humorista, por lo que lo incorporó inmediatamente al programa “La Troupe de TV”.

De pequeños monólogos y participaciones en sketches, surge poco a poco el gran Olmedo, que logró su primer rol importante en un ciclo infantil y que luego sería un éxito sin igual en la pantalla de Canal 9: “El Capitán Piluso”.

Poco después, y notando el interés que Alberto había despertado en el público, fue incorporado al programa “Operación Ja-Já” de Gerardo y Hugo Sofovich, en el que nacen Rucucu y el Géneral González, personajes inolvidables de su repertorio actoral.

La figura de Olmedo en la televisión argentina crece de tal manera que en 1981 comienza el ciclo “No toca botón”, que se emitía por Canal 11 y contaba con la dirección del desaparecido Hugo Sofovich.

Fue en aquel ciclo que Olmedo explotó por completo su talento y creatividad, dando origen a inolvidables personajes como Chiquito Reyes, el Dictador de Costa Pobre, El Pitufo, El Psicoanalista, el Manosanta, José Luis Borges y el mucamo Perkins, y Rogelio Roldán, entre otros.

Durante su trayectoria, también el cine fue uno de los lugares que supo conquistar. Llegó a filmar más de 40 películas, que se inician en 1959 con su debut en el filme “Gringalet” y culminan en 1988 con “Atracción Fatal”.

Su dueto con Jorge Porcel lo llevó a lugares inimaginables. Se convieron en un binomio que sin dudas era sinónimo de comicidad. Junto al “Gordo” hizo cine, televisión y teatro, además de compartir una amistad que trascendió el ambiente laboral.

En la noche del 4 de marzo de 1988, el Negro cenó con amigos al salir del teatro.

Se despidió sin compartir la sobremesa: en el departamento que había alquilado lo esperaba Nancy Herrera para el reencuentro que preveía la reconciliación. En esas horas volvieron a ser felices juntos. El humorista retomó la sonrisa. Hubo risas y besos, abrazos por ese embarazo de dos meses que le anunció ella, alcohol y excesos.

Los dos venían de superar una crisis amorosa que también fue escándalo mediático: un año antes del desenlace fatal, Herrera vivía un romance con Cacho Fontana, íntimo amigo del Negro.

Las dos caras del teatro: cuando se encendía la cámara o subía al escenario, Olmedo sonría; cuando se apagaban las luces o se bajaba del telón, entristecía.

En un momento Olmedo sale al balcón. Observa el mar plomizo que parece reflejar el color de ese cielo espeso, cargado. Y vaya uno a saber por qué, cruza un pie sobre una baranda mojada por el rocío. Llega un poco más allá: se sienta en el borde. El torso desnudo, las piernas tendiendo hacia afuera, las botas texanas buscando dónde apoyarse. Apenas unos segundos después, alguien en el piso 12 escucha los gritos:

—¡Me caigo, mamita, me caigo! ¡Agarráme la pierna! ¡Agarráme la pierna!

—¡Yo te agarro, papito, te agarro! ¡Pero no puedo, no puedo, no puedo…!

El sol no salió en Mar del Plata en la mañana del 5 de marzo de 1988. Y en el resto del país, a las 7.45 horas de aquel sábado se apagaron las risas: la lluvia que contenían aquella nubes pareció deshacerse en las lágrimas de una Argentina que, sin preverlo, se veía obligada a despedir ahora a uno de sus máximos referentes populares: Alberto Olmedo