Nacimiento de José de San Martín.

Publicado: 25 feb 2023
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José de San Martín nació el 25 de febrero de 1778 en Yapeyú, actual provincia de Corrientes, un pueblo que había formado parte de las misiones jesuitas.

Era una comarca rural militarizada, muy expuesta a los frecuentes ataques de las bandas armadas portuguesas que llegaban de Brasil en busca de ganado y esclavos. La habitaban casi en su totalidad pueblos originarios y su actividad económica era el cultivo del algodón, la yerba mate y el tabaco, además de la cría de ganado para obtener cueros y sebo.

El padre de San Martín, Juan, había nacido en España, y era el teniente gobernador del departamento de Yapeyú al momento del nacimiento del futuro Libertador. Se había casado en el Río de la Plata, en 1770, con Gregoria Matorras, también española.

La familia se trasladó a Buenos Aires en 1781 con la expectativa de que Juan, el padre de San Martín, continuará allí con su actividad militar. Y si era posible recibiera un ascenso que le reportase un mejor pasar económico. No tuvo suerte. Desencantados, regresaron a España en 1784.

A los once años, el pequeño José de San Martín ingresó al ejército. Se enroló en el Regimiento de Infantería de Murcia Línea N° 20 “El Leal”, cuya guarnición estaba en Málaga. Lo instruyeron en la lucha en tierra, pero también para combatir en alta montaña. En ese momento el pequeño José no podía imaginar que con el tiempo ese aprendizaje le sería de mucha utilidad.

En los años que vivió en España, San Martín participó de varias batallas en contra del avance de Napoleón.

Las dos más importantes fueron contra los franceses: en Arjonilla (23 de junio de 1808) y en Bailén (19 de julio del mismo año). Por su desempeño en este último enfrentamiento fue ascendido a teniente coronel y recibió una medalla que conservó durante toda su vida.

El 9 de marzo de 1812 a bordo de la fragata George Canning, San Martín regresó al Río de la Plata.

Una semana después, a pedido del Triunvirato, creó el cuerpo de Granaderos a Caballo. En forma paralela fundó una sociedad secreta, la Logia Lautaro, junto a colegas de armas como Carlos de Alvear y José Zapiola. El objetivo de esta asociación, que llegó a tener una gran influencia política, era acabar con la dominación española en América.

A poco de arribar a Buenos Aires, el nacido en Yapeyú conoció a su futura esposa, Remedios de Escalada. Tenían edades muy distintas cuando se conocieron: él tenía 34 años y ella 14.

El 3 de febrero de 1813 los granaderos tuvieron su bautismo de fuego en la localidad santafesina de San Lorenzo, cerca del convento de San Carlos. San Martín había sido advertido de un probable desembarco realista en la zona. El terreno que separaba al monasterio del río era una planicie perfecta para una carga de caballería.

Una vez producido el desembarco, los granaderos, divididos en dos columnas, se precipitaron sobre el enemigo provocando la inmediata huida. Las naves se alejaron rapidamente, lo que permitió recoger dos cañones, 40 fusiles, cuatro bayonetas y una bandera. La acción duró apenas 15 minutos, pero tuvo importantes consecuencias: no hubo nuevas incursiones realistas en el Litoral y sus barcos quedaron inactivos desde entonces.

San Martín se hizo cargo del Ejército del Norte a comienzos de 1814. Era una tropa derrotada y con problemas de indisciplina a la que reorganizó durante cuatro meses. Mientras tanto, levantó una ciudadela defensiva en Tucumán y encomendó a Martín Miguel de Guemes la defensa frente al avance de los realistas. En junio de ese año pidió al Director Supremo, Gervasio Posadas, hacerse cargo de la Gobernación-Intendencia de Cuyo, y la solicitud fue aprobada.

San Martín no solamente se dedicó a la preparación del Ejército de los Andes, que le insumía muchísimas horas, sino que también se hizo cargo de las tareas propias del cargo de Gobernador de Cuyo. Entre otras medidas, se ocupó de la vacunación antivariólica, plantó árboles, creó un laboratorio de salitre, una fábrica de pólvora y un taller de confección de paños para vestir a sus soldados.

Además hizo construir más canales y desagües, mejoró los caminos y las postas, blanqueó los frentes de las viviendas, que eran de adobe, construyó el paseo de la Alameda, organizó y reglamentó el servicio de correos y de policía, atendió a la educación y prohibió los castigos corporales que se aplicaban a los niños en las escuelas.

San Martín no estuvo presente en las sesiones del Congreso de Tucumán, pero siguió su desarrollo muy de cerca a través del diputado por Cuyo Tomás Godoy Cruz y apoyó la propuesta de Belgrano de coronar a un rey Inca como soberano de estas provincias. Preocupado por la demora en la declaración de la Independencia, le escribió a Godoy Cruz pidiéndole que transmita su inquietud y que <es cosa bien ridícula» que tengamos bandera, himno y escarapela pero que no seamos independientes>

En los primeros meses de 1817 San Martín y el Ejército de los Andes llevaron a cabo la gran proeza de cruzar la cordillera para liberar a Chile.

Antes del cruce, San Martín llevó a cabo una “guerra de zapa”. ¿Qué es eso? Hacer maniobras de distracción para desorientar a sus enemigos. Difundió rumores señalando fechas erróneas acerca de la partida de su tropa, y sobre todo del lugar por donde se efectuaría el pasaje. Así, consiguió dividir las fuerzas del enemigo y mantener a salvo sus columnas mayores.

San Martín decidió atravesar la cordillera por varios pasos (Uspallata, Los Patos, Guana, Comecaballos, Planchón y El Portillo) para despistar al enemigo. La tropa estaba compuesta por cuatro mil soldados y mil quinientos milicianos, 10.600 mulas de silla y de carga 1.600 caballos además de 700 reses. Las temperaturas en la Cordillera iban desde 30 grados durante el día hasta diez grados bajo cero a la noche.

El cruce finalmente se efectuó entre mediados de enero y los primeros días de febrero de 1817.

El plan era que las columnas centrales cortaran las fuerzas realistas en dos, y que las secundarias tomaran pequeños pueblos y consiguieran la adhesión de la población. Durante la travesía se alcanzaron alturas de 4.500 metros y se padecieron temperaturas de varios grados bajo cero. Se llevaron víveres para 15 días: charqui (carne seca), harina de maíz tostada, galletas, cebolla, ajo, queso, ají picante, vino y aguardiente, a razón de una botella diaria por hombre.

Luego de cruzar los Andes, las tropas de San Martín enfrentaron a las realistas el 12 de febrero de 1817 en la cuesta de Chacabuco. Fue una batalla dura que, aunque tuvo un desarrollo rápido, produjo muchas bajas. La victoria fue total para el bando patriota. El gobernador de Chile, Francisco Marcó del Pont, no tuvo más remedio que abandonar la capital, Santiago, que cayó en manos de los vencedores. Los realistas dejaron 500 muertos sobre el campo de batalla y los patriotas apenas doce.

El triunfo de Chacabuco aseguró la independencia de Chile que sería consolidada un año después, el 5 de abril de 1818, tras el definitivo triunfo de Maipú.

Cuando se disponía a iniciar la campaña hacia Perú recibió la orden del Directorio de marchar hacia el Litoral con su ejército para combatir a los federales de Santa Fe y Entre Ríos.

San Martín se negó declarando: «el general San Martín jamás desenvainará su espada para combatir a sus paisanos». Desobedeció e inició la travesía hacia el norte.

El 19 de agosto de 1820 en el puerto de Valparaíso, Chile, la tropa al mando de San Martín comenzó el embarque hacia Perú: 1.600 tripulantes, 4.118 soldados, ocho barcos de guerra, diecisiete de transporte y once lanchas cañoneras. Días más tarde, el 8 de septiembre de 1820, la tropa desembarcó en la Bahía de Paracas, en la costa oeste de Perú.

En forma inmediata San Martín lanzó una proclama al pueblo peruano mediante la cual anunció el final del virreinato. Al mismo tiempo, una columna al mando del coronel Las Heras ocupaba el pueblo de Pisco después de dispersar una partida realista. San Martín ocupó Lima (la capital del Virreinato peruano) el 10 de julio de 1821 y cinco días después convocó a un cabildo abierto en el que se decidió la independencia.

El sábado 28, en una ceremonia pública muy solemne, el general la proclamó en la Plaza de Armas.

Ejerció el cargo de Protector del Perú hasta el 20 de septiembre de 1822, cuando dejó el Perú.

Abolió la esclavitud y los servicios personales (mita y yanaconazgo), garantizó la libertad de imprenta y de culto, creó escuelas y la biblioteca pública de Lima. Debió enfrentar graves dificultades financieras, lo que creó entre la población un creciente descontento. Pese a las dificultades, San Martín pudo controlar la situación y lograr la rendición de los realistas del Sur y del Centro del Perú.

Mientras San Martín llevaba adelante su campaña desde el Sur el patriota venezolano Simón Bolívar, lo venía haciendo desde el Norte.

Finalmente los dos libertadores decidieron reunirse. La famosa entrevista de Guayaquil (Ecuador) se realizó entre los días 26 y 27 de julio de 1822.

Había entre ellos diferencias políticas y militares. Mientras San Martín era partidario de que cada pueblo liberado decidiera con libertad su futuro, Bolívar estaba interesado en controlar personalmente la evolución políticas de las nuevas repúblicas.

El otro tema polémico fue quién conduciría el nuevo ejército libertador que resultaría de la unión de las tropas comandadas por ambos. San Martín propuso que lo dirigiera Bolívar pero éste dijo que nunca podría tener a un general de la calidad y capacidad de San Martín como subordinado.

El general argentino tomó entonces una drástica decisión: retirarse de todos sus cargos, dejarle sus tropas a Bolívar y regresar a su país.

Pasó luego por Chile y Mendoza, donde recibió la noticia de la muerte de su esposa. Remedios había muerto víctima de un cuadro de tuberculosis.

El 10 de febrero de 1824 se dirigió a Europa en compañía de su hija, Mercedes Tomasa.

Asentado en Europa y a cargo de su hija, el Libertador decidió regresar en 1829 a Buenos Aires.

Sin embargo, no iba a desembarcar. El buque en el que viajaba hizo una parada en Río de Janeiro, ciudad donde San Martín se enteró del fusilamiento de Dorrego por orden de Lavalle, su antiguo oficial granadero. Temía represalias en su contra e intuía que su vida podía estar en peligro si pisaba el suelo de Buenos Aires. Permaneció en el buque y recibió la visita de sus queridos amigos, el coronel Manuel de Olazábal y el sargento mayor Pedro N. Álvarez de Condarco, quienes le regalaron una caja de duraznos.

Entonces, decidió ir hacia Montevideo, donde fue recibido por el General Rondeau, jefe del naciente Estado. Luego de permanecer allí durante tres meses, finalmente San Martín regresó a Europa.

En 1831 el general se radicó en Francia, en una finca de campo cercana a París. Tres años más tarde, gracias a dinero ahorrado y a la venta de las fincas con que lo habían premiado el Gobierno de Mendoza y el de Perú, se mudó a una casa que compró en la villa de Grand Bourg, actualmente parte de la ciudad de Évry, departamento de Essonne, a corta distancia de París.

En 1838, durante el gobierno de Rosas, los franceses bloquearon el puerto de Buenos Aires.

Inmediatamente José de San Martín le escribió a don Juan Manuel ofreciéndole sus servicios militares. Rosas agradeció el gesto y le contestó que podían ser tan útiles como sus servicios militares las gestiones diplomáticas que pudiera realizar ante los gobiernos de Francia e Inglaterra. Al enterarse del bravo combate de la Vuelta de Obligado, el 20 de noviembre de 1845, cuando los criollos enfrentaron corajudamente a la escuadra anglo-francesa, San Martín volvió a escribir a Rosas y a expresarle sus respetos y felicitaciones.

Quizás por este hecho el general dispuso en su testamento que el sable que lo acompañó en todas sus campañas fuera entregado a don Juan Manuel de Rosas, por la satisfacción que tuvo «como argentino, por la firmeza con que aquel general sostuvo el honor de la república contra las injustas pretensiones de los extranjeros que trataban de humillarla».

Instalado en Boulogne Sur Mer desde 1848, San Martín aprovechaba el tiempo para pasarlo junto a sus nietas, limpiar armas y lidiar con sus enfermedades.

Las exigencias de la vida militar contribuyeron para ir minando la resistencia del Libertador. Había recibido varias heridas durante las batallas. En los últimos años empezó a tener serios problemas de salud, empezando por su vieja úlcera y la ceguera que padeció en el último año. Además, gota, reuma, úlceras estomacales, heridas de guerra, cólera y tuberculosis fueron otras de las afecciones que lo aquejaron. El opio y los baños termales eran los paliativos momentáneos para sus dolores.

Falleció el 17 de agosto de 1850 como consecuencia de una hemorragia interna y una complicación cardíaca.

 

Fuente: Billiken